Por Nicolás Marchiori
La Argentina transita un nuevo tiempo en donde nada volverá a ser como fue. Un sector importante de la sociedad, inmerso en un estado de profunda depresión, producto de la falta de respuestas de la política, decidió resetear el sistema en las pasadas elecciones presidenciales. La demanda de un Estado más eficiente y una clase dirigente a la altura de los acontecimientos marcan el inicio de una nueva era.
La gente se ha vuelto intolerante con gran parte de la clase política, producto de un prolongado proceso de disociación entre los dirigentes con la realidad, dirigentes que no fueron capaces de demostrar capacidad para identificar cuáles son las verdaderas necesidades sociales y actuar consecuentemente.
La turbulencia económica atravesada por niveles de inflación descomunales también ha sido otro factor que ha impactado fuertemente en el entramado social, generando una incertidumbre extrema. La pérdida de esperanza, la resignación, el hartazgo, fueron elementos que tallaron en el sentir social y que se tradujo en un resultado electoral insólito, pero a la vez previsible a la luz de la situación descripta precedentemente. Por primera vez en la historia del país un outsider ajeno a la política llegó a la cima del poder luego de ganar las elecciones presidenciales en segunda vuelta el 19 de noviembre de 2023.
Algo está ocurriendo a nivel global, y nuestro país no es la excepción. El politólogo polaco-norteamericano, Adam Przeworski, uno de los principales teóricos y analistas de temas relacionados con la democracia y la economía política, sostiene que en muchas democracias maduras se está dando un estallido de sentimientos “antiestablishment”, “antisistema”, “antiélite” populistas. Luego de casi un siglo en donde los partidos tradicionales dominaron la política democrática, surgieron nuevos espacios, al tiempo que el apoyo a los partidos históricos se fue debilitando. En muchos países la participación electoral incluso ha decaído hasta llegar a niveles históricos sin precedentes. La confianza en un sector de la clase política está disminuyendo.
La pérdida de confianza en las instituciones se extiende también hacia los medios, los bancos y todo tipo de corporación privada.
Las exigencias actuales de la ciudadanía se pueden resumir en la necesidad imperiosa de un Estado más eficiente que les haga la vida más simple.
Cuando hablamos de eficiencia no nos estamos refiriendo al concepto tradicional que tiene intima vinculación con la austeridad, estamos hablando de un nuevo concepto en función de valor público. Significa que cada peso que gasta el Estado debe ser valorizado por la ciudadanía a través del servicio que recibe, si no es así, estamos hablando de un Estado ineficiente.
Un Estado eficiente es aquél cuyo gobierno logra construir una administración pública ordenada, coherente, desburocratizada. Una administración que, en función de objetivos y metas predeterminadas, establece las gestiones pertinentes. Una administración profesional, estable, que sirva con calidad a la ciudadanía. Una administración que sepa planear con sentido estratégico, capaz de programar, presupuestar, evaluar y controlar adecuadamente, sin excesos que limiten o anulen la ejecución responsable.
La planificación tradicional subestimó y analizó desde una perspectiva simplista el problema de la gestión. Por otra parte, el viejo paradigma de la gestión no planteaba mayores enlaces con los marcos globales de planificación.
Actualmente es inconcebible la idea de un Estado que no incorpore los extraordinarios avances de la revolución tecnológica en el campo de la informática, las telecomunicaciones y la inteligencia artificial.
La búsqueda de mayores grados de eficacia y eficiencia de los Estados contemporáneos es el punto central de los procesos actuales de la reforma del Estado o rediseño de los gobiernos en estructuras acorde a los tiempos que transitamos para incrementar las capacidades de acción y para lograr mayores niveles de bienestar, combatir las injusticias y el subdesarrollo social.
La política en tiempos de la sociedad líquida
La dinámica de las sociedades actuales ha sucumbido las viejas estructuras de los partidos tradicionales, que han pasado a ser esquemas obsoletos.
La heterogeneidad dada en la conformación de las nuevas sociedades y la pluralidad de necesidades e intereses de los diferentes grupos que las integran han generado una gran crisis en los partidos políticos que no pudieron o no quisieron actualizar su doctrina. A esto se le debe sumar la nula capacidad de autocrítica de gobernantes anteriores respecto a los grandes desaciertos pasados que generaron un abrupto divorcio con gran parte de la sociedad. Dicho esto, un vasto sector de la ciudadanía ya no se mueve por ideologías, se mueven por causas. Los partidos tradicionales han demostrado su incapacidad de adecuarse a los nuevos tiempos, situación que creó una fractura entre la legitimidad de origen, que da los votos, y una legitimidad de ejercicio que otorga o retira la actuación diaria de aquellos que han sido elegidos para ocuparse de los asuntos concernientes a la ciudadanía.
Ante este escenario se puede empezar a observar una especie de regeneración democrática que pone en relieve algo novedoso y que el politólogo Angelo Panebianco señala como una fuente fundamental de conflicto en las sociedades actuales, nos referimos al clivaje establishment/antiestablishment, casta/anticasta que enfrente a la vieja política con la nueva política. En este proceso de reordenamiento político los partidos tradicionales han perdido apoyo, lo que llevó a sus dirigentes a dedicar su tiempo a defender sus privilegios y sus cuotas de poder. Tal es así que se han transformado en una agencia de colocación manejada por verdaderas élites que no permiten la participación más allá de sus círculos cercanos.
Diametralmente opuesto es lo que sucede con los nuevos partidos, esos que han sabido interpretar los nuevos tiempos y ajustarse a las demandas de las sociedades actuales. Con fuerte arraigo en lo local y con la principal premisa de convocar a nuevos actores para la generación y ampliación de espacios de debate, han logrado la legitimidad de amplios sectores de la sociedad que no sólo se traduce en apoyo sino también en participación activa. Este fenómeno se puede observar con gran claridad en Misiones, puntualmente en el caso de la Renovación Neo que con la fórmula descripta se impuso con contundencia en las elecciones provinciales del 7 de mayo de 2023 en donde se eligió, gobernador y vice gobernador, intendentes, diputados provinciales, parlamentarios del Mercosur y concejales.
Renovación Neo: ejemplo de innovación política
La fuerza transformadora y la amplia capacidad de adaptabilidad al nuevo paradigma de sociedad líquida que posee la Renovación Neo permite a los misioneros vivir este histórico momento de reconfiguración política con más certidumbre que en otras regiones del país, básicamente porque gran parte de las acciones que la sociedad venía reclamando a la política nacional ya se llevaron a cabo en la provincia, de manera ordenada y sin someter a la sociedad a situaciones de zozobra.
En primer término, una seria y eficaz política de desendeudamiento llevada adelante por el entonces gobernador Carlos Rovira, tras la crisis de la convertibilidad en el año 2002 le permitió alcanzar a Misiones un equilibrio fiscal que se ha transformado en un elemento clave a la hora de la previsibilidad.
En aquel entonces, Rovira planteó a la Nación que, en el marco de la Ley de Emergencia Económica, las deudas de los Estados Provinciales con las entidades bancarias privadas fueran absorbidas por el Estado Nacional. Mediante esa gestión, el acreedor de Misiones pasó a ser la Nación ya no de una deuda en dólares, sino en pesos.
Posteriormente se puso en marcha el Programa Federal de Desendeudamiento, primero ajustable con la cláusula CER y luego a una tasa nominal del 6% anual, lo que permitió a Misiones ir reduciendo paulatinamente la deuda en términos reales con el Estado Nacional, logrando disminuir su incidencia en las arcas de la Provincia desde el año 2002 hasta 2018.
Con la firma del Consenso Fiscal en 2017, las provincias que lo suscribieron recibieron el “Bono de la Nación Argentina para el Consenso Fiscal” compensatorio de deudas que en el año 2019, durante el primer gobierno de Hugo Passalacqua, fue aplicado por Misiones para cancelar íntegramente su deuda. De esta forma, el gobierno de la Renovación Neo puso fin a más de 25 años de endeudamiento estructural contraído durante el paso devastador de Federico Ramón Puerta por la Gobernación misionera durante la década de los ‘90.
Por su parte, la deuda referida a Bonos Juniors y Seniors fue refinanciada en el año 2016 en un 90,1% con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de ANSES a través de un bono a 15 años.
A finales del año pasado, el Ministro de Hacienda Adolfo Safrán daba cuenta de que con políticas progresivas, donde los pequeños contribuyentes pagan menos, cuidando el orden de las cuentas públicas sólo gastando de forma equilibrada con los recursos disponibles, se alcanzó en los últimos 20 años que el stock de deuda pase del 200% al 5% del total de ingresos anuales del Estado Provincial; y que los servicios de la deuda pasen de 15% al 1% de los ingresos totales.
Se trata de un acierto estratégico del Gobierno de Misiones el hecho de no asumir compromisos en moneda extranjera, lo que explica la solidez y la solvencia de las finanzas públicas provinciales que no han sucumbido ante el brutal recorte de fondos nacionales.
Un dato que no se debe pasar por alto es que Misiones posee una ley que prohíbe el endeudamiento para el financiamiento de gastos corrientes.
Otro de los aspectos que dan cuenta de la innovación política llevada adelante por la Renovación Neo es la concepción de la difusión del conocimiento como fuerza principal para el desarrollo. El influyente economista francés Thomas Piketty considera que las principales fuerzas de la convergencia al desarrollo son la difusión del conocimiento y el desarrollo de las habilidades, más la inversión en formación y capacitación. “La experiencia histórica sugiere que el principal mecanismo para la convergencia en el plano internacional, así como en el ámbito interno, es la difusión del conocimiento. Los países de la zona Asia Pacífico son un claro ejemplo reciente. Los países más pobres pueden aproximar con los desarrollados en la medida en que logren el mismo nivel de conocimientos tecnológicos, habilidades laborales y educación”, sostiene Piketty, y agrega que “la difusión del conocimiento depende de la capacidad de un país para movilizar recursos financieros, así como las instituciones que estimulen la inversión a gran escala en la educación y formación de la población, al tiempo que garantiza un marco jurídico estable en el que los diversos agentes económicos pueden moverse. Esto queda estrechamente asociado con el logro de un gobierno legítimo y eficiente, que cumpla las instituciones”.
Misiones emprendió una verdadera revolución educativa de la mano de la educación disruptiva, innovando en los métodos de aprendizajes y llevando a la robótica y a la programación al acceso de los jóvenes. En este contexto adquiere una relevancia inusitada Silicon Misiones, el polo tecnológico más grande de la región que se posiciona como una gran incubadora de startups y desarrolladora de talentos en el ámbito de la industria del conocimiento, y que se ubica en el tramo final del camino del conocimiento impulsado por le Renovación Neo en el que se encuentran además la Escuela de Robótica y la Red de Espacios Maker, la Escuela Secundaria de Innovación y el Polo Tic. De esta forma, Misiones fue tallando el perfil de primera provincia startup del país.
El autor es Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).