Por Cinthia Sandoval Arija
Las elecciones celebradas el domingo pasado reflejaron la tendencia centrípeta de las principales fuerzas nacionales, que convergieron en un resultado electoral dividido en cuatro cuartos. El ausentismo se hizo presente en un mar de incertidumbre donde las olas de la ira, la impotencia y el descreimiento son evidentes.
Tras conocerse los resultados del domingo pasado, la baja participación del electorado representa el desánimo frente a las propuestas de los candidatos nacionales, consideradas por el pueblo como conjuntos de consignas vacías realizadas por privilegiados que viven en grandes ciudades desconectados de la realidad del resto del país.
Esa insensibilidad de enfocarse en una agenda que no resuelve la asfixia mecánica que atraviesa el país, derivó en resultados con grandes perdedores y con una gran proporción de la ciudadanía que no emitió su voto.
En la provincia de Misiones, los precandidatos a legisladores nacionales más votados representan la razón federal que prioriza el crecimiento del turismo, el fomento a las economías agrarias, la promoción de las tecnologías y la innovación en los diferentes sectores económicos y sociales.
Este dato no es menor frente al nivel de ausentismo que hubo en estas elecciones. El gran ganador no es Javier Milei, la gran ganadora es la ausencia.
El hecho de no emitir el voto es una forma de comportamiento que no está alejado de los votos que obtuvo el candidato de La Libertad Avanza. Éste último solo vehiculiza la bronca de los ciudadanos.
El peligroso poder de la ausencia no solo puede ser evaluado desde la óptica de la legitimidad política, sino también en términos de quién podría asumir el control del gobierno nacional. Si persiste este escenario, es evidente que las más perjudicadas serán las provincias.
La disminución de la participación política no conlleva mejoría para ningún sector social, si bien sus efectos perjudiciales impactan con variadas intensidades. En ciertos casos, estas consecuencias pueden llegar a ser vitales.
Por eso, el hecho de la participación positiva no sólo es estratégica sino que necesaria.