Por Adrián Machado
Este martes se enfrentan ibéricos y marroquíes en uno de los duelos por los octavos de final de la Copa del Mundo Qatar 2022. Sin embargo, la inexistencia de rivalidad futbolística exhibe por detrás una larga relación histórica, cultural, colonial y diplomática sobre un conflicto habitualmente relegado en la agenda global: el que atañe al pueblo saharaui.
Los mundiales de fútbol son una fuente inagotable de relatos y análisis de aspectos geopolíticos, económicos, históricos, sociales y culturales. Más que cualquier otro evento de rango planetario (la FIFA tiene más países miembros que Naciones Unidas), tal vez pueda acercársele los Juegos Olímpicos.
Finalizada la fase de grupos, en este momento se están disputando los cruces de octavos de final. Los 16 equipos en carrera definirán al próximo campeón del mundo, cuyo título ostenta actualmente Francia. Uno de esos partidos eliminatorios será el que enfrente a España y Marruecos este martes en el Education City Stadium de la ciudad de Rayán. Pese a haber compartido grupo en el mundial previo, no hay una gran rivalidad deportiva entre ambos países vecinos. Sin embargo, la relación diplomática entre los dos Estados posee una larga y conflictiva historia con un elemento en común: el territorio conocido como Sahara Occidental.
El Sahara Occidental es un territorio ubicado al noroeste de África, de casi 270.000 kilómetros cuadrados en el que vive solamente poco más de medio millón de personas (limita con Marruecos al norte, Argelia al este y Mauritania al sur y sureste) que, tras ser colonia española, fue anexado por Marruecos en 1975. Un año más tarde, el Frente Polisario (movimiento de liberación del Sahara Occidental) proclamó su independencia y lo denominó República Árabe Saharaui Democrática (RASD), dando inicio a un conflicto que se detuvo en 1991, aunque se reanudó sobre el final de 2020.
La zona en conflicto cuenta con uno de los bancos pesqueros de mayor riqueza en el mundo, así como con una gran reserva de fosfato.
Actualmente, la mayor parte del territorio es controlado por Marruecos (que lo denomina “Provincias Meridionales”), pero una porción al este del muro construido por los marroquíes se encuentra controlado por la RASD, que lo nomina “Zona Libre” o “Territorios Liberados”. La República Árabe Saharaui Democrática forma parte de la Unión Africana y es reconocida por 84 Estados Nacionales.
El conflicto bélico involucró al Frente Polisario, que contaba con apoyo de Argelia, contra Marruecos y Mauritania, este último cesó sus reclamos territoriales en 1979. Ese mismo año, Marruecos anexó los territorios reclamados por los mauritanos y también reconoció al Polisario. El Sahara Occidental es administrado por Marruecos, aunque no en su totalidad, puesto que como mencionamos, alrededor del 35% permanece bajo administración de la RASD. Ese territorio se encuentra en la zona este, tras una serie de muros construidos por los marroquíes para hacer frente a la guerrilla saharaui. Estos cuentan con alambres de púas, trincheras, minas, y es uno de los más grandes del mundo de este tipo.
Cuando se produjo el fin de las hostilidades en 1991, una negociación en el marco de las Naciones Unidas estipuló celebrar un referéndum con el fin de establecer el estatus del Sahara Occidental. Luego de más de 30 años de aquel acuerdo, la consulta no se ha celebrado y parece estar cada vez más lejos: el Frente Polisario pretende únicamente un referéndum de autodeterminación, mientras que Marruecos acepta nada más que la cesión de mayor autonomía, pero no la independencia.
Esta última posición ha tomado mayor fuerza en los últimos tiempos. En primer lugar, Donald Trump firmó una declaración en diciembre de 2020 en la que reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, decisión que formó parte del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel. Luego, quien cambió su posición oficial en los últimos meses fue el gobierno español, otrora firme defensor del referendo propiciado por la ONU, considerando que la propuesta marroquí de mayor autonomía es la opción “más realista” de resolver el conflicto. Finalmente, el tercer elemento fue la reciente declaración del rey marroquí Mohamed VI, quien señaló: “Con estos acontecimientos positivos en mente, me gustaría enviar un mensaje claro a todo el mundo: el tema del Sahara es la lente a través de la cual Marruecos mira al mundo. Es el punto de referencia claro y simple mediante el cual mi país mide la sinceridad de las amistades y la efectividad de las asociaciones”, dijo el rey. “Por eso espero que algunos Estados entre los socios nuevos y tradicionales que han mantenido una posición ambigua, la clarifiquen y reconsideren”, añadió el monarca.
Esta presión sobre los demás actores internacionales fue tomada con resquemor y frustración por el pueblo saharaui, que ve como comienza a esfumarse la opción acordada en 1991. En marzo del año pasado, Chaia Beiruk, joven proveniente del Sahara Occidental, miembro del Departamento de Relaciones Exteriores de la UJSARIO (Unión de la Juventud de Saguia el Hamra y Río de Oro), reflexionó al respecto de la situación de su patria.
Beiruk nació y creció en los campamentos de refugiados saharauis, en el sureste de Argelia, donde estudió y se graduó en Ingeniería Química, también realizó estudios en la Escuela de cuadros políticos de los campamentos y un curso superior de diseño de moda en España.
La joven saharaui afirmó que la situación de los habitantes en ese territorio es “grave”, fundamentalmente “después de que Marruecos rompió el acuerdo de alto al fuego firmado en 1991 entre ese país y el Frente Polisario en representación del pueblo saharaui, entramos en una guerra armada. Esto sucedió después de 30 años de negociaciones pacíficas por el derecho a la autodeterminación, donde nunca hubo resultados positivos”. Asimismo, Beiruk sentenció que “en los campamentos se encuentra un pueblo dispuesto a dar la vida por defenderse, a pesar de las duras condiciones que está viviendo, y con la llegada del Covid-19, que trajo más problemas. A esto debe sumársele la vuelta a la guerra y la difícil situación en las zonas ocupadas, donde la población saharaui está siendo torturada y violada por el ocupante marroquí. Tenemos un ejemplo reciente: la activista Sultana Khaya fue agredida salvajemente, así como muchas otras personas fueron encarceladas. Todo ante un abrumador silencio mundial hacia esta brutal violación de los derechos humanos”.
Las restricciones en la vida cotidiana se hacen sentir fuertemente, en ese sentido, Chaia relató el estado de situación en cuanto a la salud: “La única ayuda sanitaria que recibimos es de parte de Cuba, la primera y la única brigada médica desde principios de los años ´80, más ayudas humanitarias y sanitarias internacionales. Pero, con el aumento de refugiados a lo largo de todo el mundo esa asistencia mermó. Para que la situación pueda observarse claramente hago extensiva la invitación a que vean con sus propios ojos nuestra realidad en los campamentos”.
Además, Beiruk narró la dificultad extra que tiene la mujer saharaui en este contexto: “sufre la situación climática y económica más que cualquier otra cosa, porque la situación de refugiada no permite tener oportunidades de trabajo y la guerra en curso obstaculiza el derecho de vivir en su tierra libre y digna. No obstante, seguirá y seguiremos luchando”.
Un evento global de la magnitud del Mundial de Fútbol permite poner el foco no solo en las características y estado de los derechos humanos del país anfitrión, sino en múltiples cuestiones que involucran a las naciones participantes de la competición.