Por Nicolás Marchiori
En el complejo contexto económico que atraviesa el país conviven una clase dirigente que sólo piensa en el poder y otra que busca permanentemente soluciones que aplaquen el impacto de la crisis. Mientras que el Gobierno Misionero se encuentra abocado de lleno a la gestión, los referentes de las fuerzas nacionales se encuentran inmersos en las peleas internas de siempre para lograr mayor concentración de poder.
Si hoy se decidiera elegir la palabra que más se ajuste a la realidad política argentina, sin lugar a dudas “desafección” sería una de las más votada. Cuando hablamos de desafección no se trata de un sinónimo de descontento. El descontento no suele afectar la legitimidad democrática y es, sobre todo, coyuntural. La desafección se ha convertido en la palabra justa para expresar una nueva actitud que se concreta en el alejamiento respecto de una clase política que estaba próxima, pero a la cual ya hacía mucho tiempo que se había dejado de apreciar. De allí que la desafección política implica una profunda insatisfacción con los resultados de las instituciones democráticas, independientemente del partido o individuos que las estén operando.
Gran parte de la clase dirigente es responsable de esta situación. Y para colmo de males, nada hacen por revertir este preocupante presente. En la Argentina actual se ha perdido el debate, el intercambio de ideas.
La discusión respetuosa, sin insultos ni atribución de intenciones es fundamental para la convivencia. En tiempos signados por rumores y difamaciones, el sano debate de ideas se ha vuelto fundamental para el fortalecimiento democrático y el respeto por la diferencia.
La clase política debe entender que en un auténtico debate de ideas no ganan o pierden personas, sino que ganan todos, porque ganan los mejores argumentos y las ideas más convincentes. En un auténtico debate de ideas todos aprenden, incluso a matizar nuestras posiciones, a reconocer errores, a comprender la complejidad de los temas, y aleja a todos de la simplificación que polariza la sociedad. En un auténtico debate de ideas los temas de discusión nunca son la vida personal de quienes debaten. Pero cuando las personas no saben argumentar o no tienen más argumentos por falta de profundidad o de claridad, comienzan a señalar problemas o debilidades personales de sus interlocutores y, en lugar de responder al argumento contrario, pierden el debate y perdemos todos.
La dirigencia de hoy, en su mayoría, está más preocupada por las disputas internas y en conquistar espacios de poder que en solucionar los problemas de los ciudadanos de a pie. Están inmersos en una burbuja en donde tienen la convicción de que la agenda de la clase política es la agenda de la sociedad. Enceguecidos por el poder, día a día toman más distancia de la ciudadanía y acrecientan esa brecha que desemboca indefectiblemente en un divorcio entre la política y la ciudadanía. Es así que comienza a tallar en el inconsciente colectivo el sentimiento de desafección, y eso es grave porque desemboca en una fractura cívica.
La construcción de una sociedad que trabaje por el bien común requiere de acuerdos y de proyectos a largo plazo. El diálogo es la herramienta fundamental que nos permite avanzar, poniendo los argumentos por encima de los intereses personales.
El diálogo nos hace capaces de descubrir que no coincidimos en todo ni estamos en todo en desacuerdo; nos permite fortalecer lo que nos une y aceptar lo que nos divide, buscando también consensos en decisiones difíciles.
La comunidad política es auténtica cuando existen vínculos reales y solidarios que, en medio de las diferencias, van más lejos de una superficial tolerancia o de respeto por las normas, sino que se realiza en la construcción colectiva de un nosotros que solo se hace posible desde el respeto por la dignidad de todo ser humano y la confianza en las instituciones.
El reclamo permanente por una reparación histórica para Misiones
El día jueves, el Presidente de la Nación Alberto Fernández encabezó en Neuquén el acto de lanzamiento del gasoducto “Néstor Kirchner” que no incluye a Misiones entre las provincias beneficiarias. En virtud de ello, el Gobernador Herrera Ahuad se trasladó en compañía de los legisladores misioneros Diego Sartori y Carlos Fernández hasta el complejo Loma Campana que posee la empresa YPF en Vaca Muerta, para entregarle en mano al Presidente Fernández el proyecto de ley de expansión de red de gas natural para que llegue a Misiones.
En relación a este tema, el Conductor del Frente Renovador de la Concordia Ing. Carlos Rovira expresó en un hilo desde su cuenta personal de Twitter un reclamo que es transversal en el pueblo misionero: “Inclusión energética y gasífera ya para Misiones! Y urgente solución a las principales asimetrías de la Nación con nuestra provincia: zona aduanera comercial especial, compensación energética y nueva coparticipación actualizada que devuelva el esfuerzo económico y ambiental a los misioneros”,rezaba el enérgico pedido.
En el transcurso de la semana, Diputado Nacional misionerista Diego Horacio Sartori presentó en el Congreso Nacional el citado Proyecto de Ley para el financiamiento de la extensión de la Red de Gas Natural hasta Misiones. Esta iniciativa contempla la creación de un fondo de inversión a través de una tasa del 6×1000 sobre la tarifa de gas de los usuarios del resto del país para permitir la construcción del gasoducto. Además, incluye el establecimiento de precios diferenciales para el gas envasado que se distribuye actualmente en la Provincia a través de la creación de un Fondo Compensatorio. De esta manera, como Misiones no cuenta con Red de Gas Natural, se pretende que el acceso a este recurso sea a un precio equivalente al de las jurisdicciones que sí cuentan con dicho acceso.
De esta manera, el “Fondo de Expansión de Red de Gas Natural para la Provincia de Misiones” tiene como objetivo financiar las obras de infraestructura que son necesarias para concretar el acceso a un servicio que viene siendo postergado durante décadas sin ningún motivo válido más que la arbitrariedad promovida por la visión centralista de los gobiernos nacionales que se han venido sucediendo desde el retorno de la democracia en la Argentina. Es así que este proyecto que fuera ideado originalmente por el Ing. Carlos Eduardo Rovira, gestionado por el gobernador Oscar Herrera Ahuad y presentado por los actuales diputados renovadores en el Congreso Nacional, busca subsanar una situación de inequidad histórica que implica un obstáculo para el desarrollo de la Provincia.
La extensión del gasoducto a la Provincia de Misiones, además de mejorar el costo de vida en los hogares, permitirá potenciar el desarrollo de los parques industriales y ampliar la capacidad productiva de la Provincia.
La burbuja de la oposición
A contramano de las necesidades e intereses de la ciudadanía, los representantes misioneros de las fuerzas nacionales se mimetizan con sus patrones que, desde Buenos Aires, deciden la suerte de los marginados pueblos de interior del país.
Es una constante que fuera de los años electorales, los dirigentes opositores se olviden de las necesidades y problemáticas de los misioneros. Aparecen cuando se prende la luz de una cámara para grabar un spot de campaña o cuando el despliegue de las superproducciones fotográficas está garantizado para cubrir sus reuniones con vecinos que en muchos casos son militantes propios que se prestan para el montaje de una escena que busca transmitir empatía y compromiso ciudadano.
Mientras la gente piensa de qué forma puede hacer rendir más su salario que se escurre de las manos por efecto de una inflación que se le ha descontrolado al gobierno nacional, partidos políticos como la Unión Cívica Radical centran todas sus fuerzas en las elecciones internas. Tres listas se disputarán la presidencia del partido. Con un despliegue proselitista obsceno, han copado cada pueblo de Misiones con pasacalles e inundado las redes sociales de publicaciones de reuniones en donde sólo participan ellos, la clase política. Los ciudadanos son simples espectadores, cada vez más reacios a la participación. El común denominador en la gente de a pie es “¿qué me importan las internas partidarias? si no me alcanza la plata para comer”. Esa disociación entre las prioridades de la clase política y las necesidades de la gente es que lleva a la desafección política, una reacción que se ha transformado en un acto reflejo en gran parte de la sociedad.
El autor es Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Posgrado de Especialización en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político – CAEP (Colombia).