Por Karen Fiege
El viaje de Francisco al país asiático trajo alivio y esperanza a los cristianos que todavía viven allí, incluso se puso en marcha una campaña de apoyo económico para un territorio afectado desde hace tiempo por la violencia, la crisis económica, y más recientemente por la pandemia.
La Pascua de Resurrección es una de las celebraciones más importantes del cristianismo, en la que se conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado. A la Semana Santa le sigue un período de cincuenta días llamado tiempo pascual, que termina con el Domingo de Pentecostés.
En Iraq, al igual que la resurrección de Jesucristo que marca la Pascua, la comunidad cristiana desde el 2018 siente el renacer con el regreso de sus fieles a sus casas y tierras.
Los cristianos iraquíes sufrieron un calvario durante la ocupación de la ciudad de Mosul y las llanuras aledañas de Nínive por el grupo terrorista Daesh, también conocido como Estado Islámico. Tras una ofensiva militar ocurrida en octubre de 2017, se logró (gracias al Ejército y a las Unidades de “Movilización Popular”), acabar en diciembre de ese año con la tragedia de la comunidad cristiana iraquí.
El grupo terrorista recibió una fuerte derrota militar que lo obligó a retirarse y a finales de 2018 sonaron las campanas de las iglesias por primera vez luego de mucho tiempo. Bagdad se libró de gran parte de los extremistas que atacaron a otras regiones iraquíes, en especial a Mosul, la cual autoproclamaron capital del Estado Islámico de Siria e Iraq (DAESH).
Allí, las iglesias resultaron destruidas de manera total y muchos de los sobrevivientes perdieron todas sus pertenencias, decomisadas por las hordas radicales. Cálculos extraoficiales dan cuenta que unos 55 mil cristianos huyeron de la mencionada ciudad. Según las autoridades locales, al menos 25 mil regresaron, aunque ahora enfrentan obstáculos para reponerse de sus pérdidas; algunas, como la vida de parientes, irrecuperables.
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La gratitud por la visita del Sumo Pontífice a Iraq se sigue sintiendo. Las celebraciones de la Pascua están envueltas en el mensaje de esperanza que el Papa Francisco dejó allí. A pesar de las medidas sanitarias, la Iglesia se compromete a apoyar a las familias más necesitadas y espera que poco a poco «un aire nuevo» impregne esa tierra.
Según el portal de noticias del Vaticano, cuenta Monseñor Jarjis: «las heridas no desaparecen por arte de magia; se necesitan personas de buena voluntad para seguir los pasos de Francisco».
Por su parte, el patriarca caldeo de Bagdad, el Cardenal Louis Raphael Sako, ha vuelto a expresar en una carta enviada al Papa Francisco su gratitud por el reciente viaje a Iraq, también en nombre de la Asamblea local de Obispos católicos.
El Cardenal hizo saber que el Papa deseaba ayudar a la población iraquí con un donativo y que el Patriarcado y la Iglesia local, cumpliendo el deseo del Santo Padre, ya están trabajando para destinar la ayuda económica a iniciativas de apoyo a las familias especialmente afectadas por las consecuencias del conflicto, la crisis económica y la pandemia, familias cristianas, musulmanas y pertenecientes a las demás comunidades confesionales presentes en Iraq.
El Patriarca reiteró que la visita papal llegó al corazón de todos los ciudadanos, sembrando la conciencia de la importancia de aceptar y respetar la diversidad, para garantizar la dignidad, la libertad y la igualdad de derechos.
Además, el gobierno iraquí creó un comité interministerial para trabajar en la aplicación de las sugerencias del Papa Francisco. Así lo informó el periódico árabe Al Araby Al Jadeed, que mencionó además la importancia de la sostenibilidad económica y la reconstrucción social tras el conflicto.
La seguridad es una gran palabra entre todos los iraquíes, especialmente dentro de la comunidad cristiana que sufrió tanto en tan poco tiempo.
La autora es Subsecretaria de Cambio Climático, Periodista y Abogada.