Por Nicolás Marchiori
La sociedad argentina se encuentra atravesada por un sentimiento de hartazgo y apatía hacia un sector de la clase política que no le resuelve los problemas cotidianos. Las elecciones generales de octubre definirán, por un lado, quién será el presidente de todos los argentinos y, por el otro, quiénes serán los encargados de velar por la defensa de los intereses de los misioneros en el Congreso de la Nación. A lo largo de los años, los hechos demuestran que los representantes misioneros del Frente Renovador de la Concordia, en soledad, se convirtieron en hidalgos defensores de los sueños inspiradores del Misionerismo ante el país central.
A la luz de la coyuntura actual, surge la pregunta en quienes analizamos los procesos electorales en particular y políticos en general de si existe una crisis de representación o, más grave aún, una crisis de la democracia. Las pasadas elecciones primarias de la Argentina tuvieron como elementos salientes un alto nivel de ausentismo y la irrupción en escena de un outsider de la política que resultó el candidato más votado en términos individuales.
A decir del politólogo italiano Giovanni Sartori, el más célebre teórico de la democracia, todas las democracias modernas son, sin duda y en la práctica, democracias representativas, es decir, sistemas políticos democráticos que giran en torno a la transmisión representativa del poder. Y hay una tendencia creciente de opinión que postula el “directismo”, con la consiguiente relegación de la representación a un papel menor o, incluso, secundario. Ante ese escenario, Sartori consideraba que la representación es necesaria y que “la crítica de los directistas son en gran parte fruto de una combinación de ignorancia y primitivismo democrático”.
La representación política siempre ha tenido detractores y aunque su cuestionamiento nunca ha tenido éxito, forma parte del ambiente en los últimos tiempos.
Se hace necesario destacar en primera instancia que el significado originario de la “representación” es la actuación en nombre de otro en defensa de sus intereses. En efecto, las dos características que definen este concepto son: una sustitución en la que una persona habla y actúa en nombre de otra; bajo la condición de hacerlo en interés del representado.
Cuando decimos que alguien o algo es representativo de algo estamos haciendo referencia a una idea de similitud, de identificación. La exigencia de que el Parlamento sea reflejo del país y, a contrario sensu, las quejas por falta de representatividad se basan en este significado de “representación”. El voto a “alguien como yo” (un trabajador para los trabajadores, por caso) es la base del voto de clase, étnico, religioso y, en general, del voto por categorías.
En el ámbito del derecho privado, la representación se concibió y desarrolló como una relación bipersonal (o de un grupo de personas con otra) entre un cliente (o grupo de clientes concreto) y un agente designado por éste (el principal o dominus de la relación) con instrucciones generales. Dado que los actos del representante surten efecto para el principal, la sujeción de aquél a las instrucciones dictadas por éste era un elemento esencial de la relación de representación. Esta es la teoría del mandato. Y suele considerarse que en derecho privado los representantes son siempre delegados vinculados por las instrucciones de su dominus.
Ahora bien, volviendo a la cuestión inicial del presente análisis, a la hora de trabajar una temática tan profundamente analizada como la crisis de la representación, una cuestión siempre interesante es estudiar las repercusiones de la misma a las circunstancias y momento histórico y económico concreto de una sociedad determinada. Reviste especial interés entender cómo evolucionará una sociedad en la medida que se produzca una crisis de representación prolongada en el tiempo y cómo afectará a esta situación la confluencia con otros factores como una crisis económica o la existencia de ideologías políticas alternativas. Igual de relevante es tratar de plantear una hipótesis acerca de los distintos retos que afrontará esa sociedad y las posibles líneas de evolución política y jurídica que se podrían producir en la misma.
La llamada crisis de representación es uno de los temas más recurrentes en cualquier ámbito teórico o práctico que afecte a la política. La consideración de que la representación y la democracia representativa se encuentran en crisis es una reflexión habitual en el mundo de los intelectuales. De un modo muy general, podría considerarse que la crisis de la representación se entiende como uno o varios fenómenos o circunstancias cuyo efecto es el de degradar y rebajar la calidad del sistema democrática tal como lo conocemos y, en particular, de la relación de representación existente entre la ciudadanía y la clase política. Son varios los ejemplos que podemos traer a colación: el papel de los partidos políticos, la desconexión entre el poder político y la ciudadanía, el funcionamiento deficiente de las instituciones públicas, la pérdida por parte del parlamento de su papel central, el exceso de poder del gobierno, la judicialización de la democracia, entre otros. Todos estos elementos giran alrededor de la misma idea: el progresivo empeoramiento del funcionamiento democrático en sociedades en las que está consolidada y es el sistema de gobierno indiscutido.
El divorcio entre la ciudadanía y la clase dirigente parece confirmarse en cada elección. Este fenómeno se viene manifestando de dos formas claramente identificables, por un lado, la apatía se evidencia en los crecientes niveles de ausentismo y por el otro en un voto bronca direccionado hacia nuevos actores de la política.
En este contexto, restaurar el ideal de participación democrática, aun cuando solo se trate de un ideal, y restaurar con él una rigurosa educación cívica sigue siendo la mejor esperanza para evitar futuros procesos traumáticos para la sociedad en su conjunto.
El poder de los afectos y la certeza en los dirigentes
Nuestro país vive un clima de desánimo, de cansancio, de desconfianza y de desesperanza generalizada. Una de las razones principales que explica el estancamiento o pérdida del rumbo de una sociedad es, sin duda, la ausencia de un liderazgo auténtico que interprete a la gente, que proponga un proyecto y sobre todo entusiasme e invite a ser cada día mejores.
En Misiones, la realidad es diametralmente opuesta. En las elecciones provinciales del 7 de mayo que consagraron a Hugo Passalacqua y a Lucas Romero Spinelli como gobernador y vice respectivamente de Misiones, concurrió a votar un porcentaje de electores que se mantiene dentro de los niveles históricos de alta participación. Allí radica la importancia de los esfuerzos realizados por el gobierno provincial para mantener la paz social y de promover un clima de concordia defendiendo el debate democrático sin caer en la dinámica de la grieta.
Si bien de cara a las elecciones generales del 22 de octubre gran parte de la atención de la ciudadanía se centra en quién llevará las riendas del país los próximos cuatro años, es importante no perder de vista que también se elegirán representantes de Misiones, tanto diputados como senadores, que serán los encargados de llevar la voz de los misioneros al Congreso de la Nación para defender cada obra, cada programa, cada inversión para beneficio del Pueblo de Misiones.
Frente a este escenario, los comicios presentan dos posibilidades para los misioneros: sumar representantes alineados a un Gobierno Provincial que puso en el centro de la agenda al misionero, el único y verdadero mandante, o legisladores nacionales que respondan a espacios conducidos desde el país central, una diferencia sustancial en términos políticos. Dicho esto, lo cierto es que, a mayor cantidad de representantes de los intereses de los misioneros, mayores serán las posibilidades de establecer canales de diálogos que permitan gestionar a favor de la provincia y sus habitantes.
En ese sentido, se hace necesario destacar que la conexión entre la dirigencia política y la ciudadanía revisten una enorme importancia, máxime cuando fueron construidas con varios años de trayectoria, cumpliendo con los compromisos asumidos, honrando la palabra empeñada y actuando de cara a la gente.
A menos de 2 meses de las elecciones generales, recientes sondeos de opinión pública demuestran que en la provincia se consolida la opción encabezada por Carlos Arce y Daniel “Colo” Vancsik, como candidatos a senador y diputado nacional respectivamente.
Los escenarios proyectados hacia el 22 de octubre muestran similitudes con lo sucedido en las elecciones provinciales del 7 de mayo en donde la Renovación Neo se impuso con contundencia sacando más de 40 puntos porcentuales a la alianza de Juntos por el Cambio.
La anemia aguda de Juntos por el Cambio
La conformación de las listas de JxC para las PASO advertía la presencia de un escenario que, en caso de una derrota de Rodríguez Larreta, como finalmente sucedió, la participación del radicalismo en la alianza se vería reducida a la mínima expresión. Esta particularidad genera grandes interrogantes de cara a las elecciones generales de octubre en el seno de la sede de calle Troazi. No es novedad que hay sectores del radicalismo que no caminarán ni un centímetro para militar la boleta de Bullrich presidente, Goerling senador. Este conflicto ya lo plantearon a nivel nacional referentes históricos del radicalismo de la talla de Federico Storani, Mario Cimadevilla y Ricardo Alfonsín. A esto se le debe sumar las versiones que vinculan al histórico operador de la UCR Carlos “Coti” Nosiglia en negociaciones con el massismo.
El contexto pareciera no ser el mejor para Juntos por el Cambio, el larretismo y la pata radical cambiemita quedó muy herida luego de las PASO, situación que podría repercutir directamente en la performance de la alianza opositora fundada por Mauricio Macri.
En coincidencia con las recientes mediciones, este escenario potencia aún más las posibilidades de que finalmente la Renovación Neo se alce con dos escaños de senadores por la mayoría y tres de diputados nacionales, frente a una banca a senador por la minoría y tan sólo una banca de diputado para Juntos por el Cambio.
El autor es Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral.