Por Nicolás Marchiori
Milei expuso ante el Foro Económico Mundial de Davos, el evento que reúne a los líderes y empresarios más poderosos del planeta. Los principales medios internacionales se hicieron eco de las repercusiones negativas de su encendido discurso. “Abronca a los líderes y a los organismos internacionales”, resaltaron, luego de que el presidente argentino afirmara que fueron cooptados por el socialismo.
En su obra Les nouveaux visages du fascime, el italiano Enzo Traverso, uno de los más destacados historiadores de las ideas del siglo XX, reconocido por sus estudios acerca de las consecuencias del nazismo, de la violencia totalitaria y de las dos guerras mundiales en la cultura europea da cuenta de un nuevo fantasma que recorre el mundo. Esta vez no es el comunismo sino una nueva derecha que gana espacios y que, ya sea por rechazo, subestimación o perplejidad, casi nadie entiende. El reconocido historiador italiano pone la lupa sobre las nuevas caras de la derecha que, atenta a las fluctuaciones de la opinión pública, logra conquistar a los electores con su irreverencia y su furioso discurso contra las élites políticas.
Este fenómeno tiene su correlato en el vacío de poder generado en el seno de los partidos tradicionales, que han perdido sus bases sociales y también sus discursos identitarios producto de un proceso de disociación de la clase política con la ciudadanía. En este contexto se dio el escenario propicio para la irrupción de líderes como Jair Bolsonaro, Donald Trump o Javier Milei que, valiéndose de sus carismas personales o mediáticos, sacaron provecho de los defectos y el desgaste de sus adversarios para ascender sin necesidad de mostrar grandes méritos propios.
Traverso se pregunta por qué funciona el discurso enfurecido antisistema y cuál su potencial político real. Parte de la respuesta podría estar en el sinuoso camino de desencuentros y cargado de sensaciones de hartazgo que transitó y experimentó en este último tiempo la sociedad, un combo que se transformó en el caldo de cultivo para la aparición en escena de una figura como el actual presidente argentino que hace escasos dos años era un pintoresco panelista que captaba la atención de los televidentes por su histrionismo y verborragia, características de su personalidad que aún al día de hoy conserva siendo el primer mandatario de la República Argentina.
Una contradictoria versión criolla del paleolibertarismo
En primer término, corresponde hacer una breve descripción del paleolibertarismo. Esta corriente del libertarismo fue desarrollada por Murray Rothbard y Lew Rockwell, que combina valores culturales conservadores con una oposición libertaria a la intervención del gobierno. El paleolibertarismo se desarrolló en oposición al pensamiento de izquierda predominante en 1980. Por aquel entonces, Rockwell acusó a sus adversarios de odiar a la cultura occidental y argumentó que esta misma cultura es algo digno de conservar y defender abrazando los estándares de la moralidad de la tradición judeo-cristiana.
Los paleolibertarios se oponen a los progresistas; por lo tanto, rechazan la corrección política, el multiculturalismo, el intervencionismo militar, el globalismo, el feminismo y la ideología de género. Tienen como valores la libertad, la propiedad, el capitalismo y la moral judeocristiana.
Desde el punto de vista institucional, se oponen a la intervención estatal y defienden la anarquía porque consideran que todos los fracasos son atribuibles a la democracia que en su intento de “forzar” la igualdad lleva inevitablemente al socialismo.
Lo cierto es que cuando hablamos de paleolibertarismo nos referimos a un momento táctico-político preciso de Murray Rothbard, el teórico libertario estadounidense que impulsó la metamorfosis de Javier Milei, que abandonó su piel de economista neoclásico para convertirse en un anarcocapitalista autopercibido profeta de la “reconstrucción argentina”. La adaptación paleolibertaria impulsada por el presidente argentino adolece de una serie de interpretaciones incorrectas.
Murray Rothbard, uno de los grandes ídolos de Milei y en cuyo honor nombró a uno de sus perros clonados, propuso el palelibertarismo en los noventa como una alianza de los libertarios con la derecha reaccionaria y grupos supremacistas.
Este libertario estadounidense anticipó de manera temprana la rebelión de las bases republicanas contra los neoconservadores estatistas, que darían luego lugar al Tea Party y más recientemente al trumpismo. La alianza con la ultraderecha siempre fue con fines antiestatistas, algo que en los Estados Unidos tiene sentido porque hay una tradición de ponderar los derechos de los Estados (states rights) y todo tipo de reivindicación de las autonomías locales anti Washington y anti gobierno centralista, incluidas las milicias. Es por ello que Rothbard siempre fue radicalmente anti Fuerzas Armadas, aún durante la Guerra Fría. En aquella época incluso afirmaba que la Unión Soviética era más pacífica que el gobierno de los Estados Unidos y que el verdadero enemigo no estaba en Moscú, sino en Washington, en una clara afrenta con los conservadores.
Con el paso del tiempo, este teórico comenzó a darse cuenta de que el libertarismo no tenía recepción ni conectaba con las mayorías, y que todo estaba reducido a un pequeño grupo de agitación intelectual anti autoridad, es decir, de anarcocapitalistas. Es por ello que al advertir esta situación lanzó su propuesta “paleo”, y llamó a no confundir la “mala autoridad” estatal con la “autoridad social”, en donde destacaba el rol de las empresas como un necesario contrapeso ante la autoridad estatal.
Ahora bien, luego de una necesaria introducción referida a los aspectos centrales del paleolibertarismo impulsado por Rothbard, podemos decir con total certeza que la adaptación criolla promovida por Milei es incoherente. Su alianza con Victoria Villaruel y sectores vinculados al proceso militar que quieren darle mayor influencia a las Fuerzas Armadas va en contra de la concepción rothbardiana de paleolibertarismo. En la praxis se trata de una alianza entre anarcocapitalistas y nacionalistas de derecha que ya da muestras de inestabilidad. De hecho, el acercamiento de Mauricio Macri a Villaruel y la reunión secreta de Cumelén da cuenta de ello. Los desencuentros con el ex presidente, que tuvo un rol fundamental en la victoria obtenida en el balotaje, han llevado a que este sostenga que el primer mandatario argentino es un improvisado.
El libertarismo que propone Milei es más bien posdemocrático, puesto que el Presidente tiene la firme convicción que la democracia es un sistema al servicio de “los políticos chorros de la casta y los empresaurios prebendarios” que se llenan los bolsillos de dinero a costa del empobrecimiento de la “gente de bien”. Por eso habla de libertad, pero no de democracia. Las veces que fue interpelado al respecto durante la campaña, previo al hermetismo creado luego de acceder a la presidencia, Milei balbuceaba con el “teorema de imposibilidad de Arrow”.
El presidente argentino, apelando a un discurso satírico, burlón y agresivo, acompañado de una estética disruptiva (rompe con el estereotipo de político tradicional con su campera de cuero y su cabeza despeinada), encontró plena convergencia con su electorado, construido mayoritariamente por jóvenes de sectores medios-bajos, nacidos luego de la crisis de 2001, que vivieron toda su vida bajo el peso del malestar estatal y que, por tanto, reclaman mayor autonomía individual luego de dos décadas un Estado con fuerte presencia, inflación y crisis económica.
La postura mileista se ubica dentro de los parámetros del discurso neorreaccionario, quienes consideran a la democracia como un producto catastrófico de la modernidad, una especie de régimen inestable orientado hacia el consumo y no hacia la producción y la innovación, que conduce siempre a una mayor tributación. Para los neorreaccionarios, la democracia no genera progreso, lo consume, por eso termina engendrando una sociedad de parásitos.
En la utopía neoreaccionaria, los países serían desmantelados y transformados en compañías competidoras administradas por directores generales competentes. En el ideal neorreaccionario, íntimamente vinculado a la visión de Javier Milei, el Estado se convierte en una sociedad anónima dividida en acciones y dirigida por un CEO que maximiza los beneficios. Esto es, una suerte de feudalismo corporativo.
La realidad, con un DNU bombardeado por cautelares y una Ley Ómnibus con más de 100 modificaciones respecto al proyecto que ingreso a las diferentes comisiones para su tratamiento, nos permite afirmar que Milei está muy lejos de poder llevar adelante un proyecto semejante.
Hoy, tras un poco más de un mes de gobierno, este rejuntado de menemistas, cavallistas, ex funcionarios del macrismo y de algunos gobiernos provinciales, y activistas provenientes de diversas fundaciones de la derecha reaccionaria demuestran un altísimo nivel de improvisación, desconocimiento del funcionamiento de la cosa pública y sobre todo la falta de un norte claro a seguir en un país en donde no hay tiempo para los experimentos porque la situación económica y social apremia y reclama soluciones urgentes.
El papelón de Davos
El pasado miércoles el presidente Javier Milei brindó su exposición en el Foro Económico Mundial llevado a cabo en Davos y reivindicó el pensamiento del Gobierno de La Libertad Avanza. Su discurso generó repercusión en todo el mundo por sus críticas al socialismo y la defensa a ultranza del sistema capitalista como eje principal.
El comienzo del discurso del mandatario argentino tuvo un fuerte énfasis en una alerta a los líderes y empresarios mundiales sobre “los valores de occidente” que, a su criterio, están en peligro por el avance inexorable del socialismo, sobre todo en sectores del establishment económico y en la dirigencia. Relató un escenario antiguo, anacrónico y apocalíptico en donde el mundo está en peligro por culpa del feminismo, el ambientalismo y los populistas (de izquierda claro).
La sala en donde expuso apenas superaba el 50% de ocupación con representantes de las potencias mundiales y poderosos empresarios de multinacionales que lo miraban atónito y lo escuchaban desconcertados.
La alocución de Milei fue equivocada y fuera de lugar puesto que su paso por el Foro Económico Mundial era una magnifica chance para explicarle al mundo las dificultades del país y apelar a la ayuda de la comunidad internacional para superar la crisis en la que está inmersa Argentina. El paleolibertario criollo fue a hacer política en la arena internacional de la forma que le resultó exitosa para ganar una elección y esa no es la forma de expresarse en un ámbito como el Foro Económico de Davos. A Milei le cuesta muchísimo romper la lógica del panelista histriónico y verborrágico que captaba la atención de los televidentes en el prime time, ahora es Presidente y tiene que gobernar, tomar decisiones conducentes a resolver los problemas del país en un contexto extremadamente delicado. Argentina no está en condiciones de darle lecciones a nadie de cómo administrar resolver su economía.
El análisis de la prensa internacional fue realmente lapidario. El diario El País, de España, aseguró que su discurso “abronca” a los líderes mundiales: “cada vez más apocalíptico, Milei expuso su visión fundamentalista del mercado que ni siquiera se asume aquí, en Davos, donde todas las empresas están acostumbradas a colaboraciones público-privadas que reivindican otros presidentes”. Y agregó que “era tan duro el discurso que él mismo admitió que ‘puede sonar ridículo decir que Occidente se ha volcado al socialismo’. Milei terminó como todos sus mítines, pero lejos de recibir la ovación que tienen en ellos, solo hubo un tímido aplauso”.
Por su parte, la agencia de noticias EFE, en la misma sintonía, calificó como un “ataque” las palabras del Presidente argentino hacia los organismos internacionales y las agendas del feminismo y el medioambiente considerándolas parte de la influencia que el socialismo está teniendo en las políticas económicas de Occidente.
El prestigioso medio norteamericano de ABC News destacó que Milei balbuceó ante el auditorio repitiendo frases remanidas y sólo fue enérgico al concluir con su latiguillo de “viva la libertad carajo” (totalmente fuera de lugar en el ámbito en el que se encontraba). Al mismo tiempo, resaltó que “el discurso político y de la diplomacia es un arte, y esto no se refleja en Milei”. Fue contundente al sostener que el Presidente argentino “no entiende al mundo, y según él, el feminismo y el cambio climático son agendas del socialismo, y lo dice en un foto en donde han dedicado mucho espacio a estos temas. Habló de un mundo apocalíptico, en peligro ante el socialismo, el feminismo, el ambientalismo, con nazis y populistas ¡guau, que discurso! Si yo fuera un empresario ante discurso, pondría mi dinero en otro país”.
Tal vez el análisis más duro fue el que realizó el español Leandro Rossi, reconocido experto en oratoria, quien primero definió el ámbito: “Davos no es la Cómic-Con a la que Milei asistía disfrazado para hablarle a sus alumnitos tuiteros sobre la Escuela Austríaca”. Y concluyó: “Davos era la oportunidad para que Argentina obtenga divisas para no volar por los aires. Pero él no milita las ideas reales de la libertad a gran escala, sin embargo, es presidente de la tercera economía regional de América Latina, la cara visible de cada argentino, por lo que lo que hizo, fue simplemente ridiculizar a 47 millones, ante el mundo entero”.