Por Nicolás Marchiori
En tiempos de refundación de la matriz política en la Argentina, cada vez más dirigentes posan los ojos en Misiones como modelo superador de la grieta. El flamante gobernador electo de Córdoba Martín Llaryora comienza a delinear las bases de un proyecto político inspirado en el esquema diseñado con visión estratégica por Carlos Rovira en nuestra provincia.
El teórico británico Bernard Crick cita de la Política de Aristóteles la idea de una “una buena polis”. Propone una clase de unidad que supone que la sociedad civilizada es inherentemente pluralista, que vivir juntos dentro de esa sociedad implica negociación y conciliación de intereses “naturalmente diferentes”, y que “normalmente es mejor conciliar diferentes intereses que coercionarlos y oprimirlos perpetuamente”. La visión de Crick busca ampliar los horizontes humanos y multiplicar las posibilidades de tener una vida mejor. En efecto, y considerando la idea desarrollada podríamos decir que la clase de unidad más prometedora es la que se logra, día a día, por medio del debate, la negociación y la concesión entre valores, preferencias y modos de vida y de autoidentificación de muchos y diferentes miembros de la polis.
A decir del brillante Zygmunt Bauman, este es un modelo de una unidad conseguida como logro conjunto de los agentes dedicados a autoidentificarse, una unidad que es una consecuencia y no una condición a priori de la vida compartida, una unidad conseguida por medio de la negociación y la reconciliación, y no a través de la negación, la atenuación o la eliminación de las diferencias. Es, por lo tanto, la única variante de unidad (la única forma de reunión) que es compatible, plausible y realista dentro de las condiciones establecidas por la modernidad líquida.
En las distintas elecciones provinciales que se llevaron a cabo este año, surge que el elemento predominante y, a la vez, configurativo de un nuevo mapa del poder es el fortalecimiento de los provincialismos. La gente, en la mayoría de los casos, demostró su preferencia por aquellos partidos o frentes provinciales con fuerte arraigo en lo local. Misiones, Neuquén, Rio Negro, Salta, Tierra del Fuego, La Pampa, La Rioja, Tucumán y Córdoba son ejemplos que demuestran esta impronta, pese a la fuerte operación de posicionamiento perpetrada desde los medios de Buenos Aires para inclinar la balanza a favor de los candidatos que responden al centralismo porteño.
Los movimientos provincialistas han demostrado que supieron entender el sentir de una sociedad apática y harta de las disputas intestinas del poder que sólo interesan a los políticos y, al mismo tiempo, fueron capaces de mostrar un camino diferente al de la grieta, promoviendo los consensos necesarios para garantizar un clima de concordia y paz social en momentos en donde los altos niveles de confrontación generados e irradiados desde un sector de la clase política han calado hondo en la sociedad, agregando más incertidumbre al difícil contexto que vive el país.
En el caso concreto de Misiones, tanto desde la conducción de Carlos Rovira, como desde los diferentes gobernadores misioneristas que se fueron sucediendo y desde los legisladores, queda demostrado que se han convertido en hidalgos defensores de los intereses de la provincia, en soledad y ante la mirada esquiva y el silencio cómplice de los dirigentes que pertenecen a un espacio nacional como Juntos por el Cambio que les marca la agenda y les pasa el libreto de lo que pueden o no decir.
Política en clave misionerista
El 25 de junio el pueblo cordobés consagró a través del voto a Martín Llaryora como el nuevo gobernador de la provincia. El actual intendente de la capital de la provincia mediterránea adquirió gran relevancia mediática cuando en ocasión de su discurso post triunfo exclamó: “que no nos vengan a explicar qué hacerlos pituquitos de Recoleta”, luego del intento fallido de nacionalización de las elecciones provinciales por parte de Juntos por el Cambio en Córdoba. Fue un mensaje directo a quienes promueven, defienden y vanaglorian el centralismo porteño.
Si bien faltan meses para que tome las riendas de una de las provincias más importantes del país, el gobernador electo ya comenzó a diseñar lo que será el proyecto provincialista cordobés. Llaryora da por descontado que las elecciones generales del 22 de octubre decantarán en la ruptura de Juntos por el Cambio y desde esa lógica, se embarcó en la tarea de captar la mayor cantidad de intendentes radicales y del PRO.
El oriundo de San Francisco es un admirador del modelo misionerista ideado por el Ing. Carlos Rovira y lo confirma en cada uno de sus movimientos estratégicos. En Misiones, la Renovación surgió luego del “que se vayan todos”, una época marcada por una profunda crisis de los partidos políticos tradicionales: el justicialismo y el radicalismo. En aquel entonces, la gente sentía exactamente lo que siente ahora, un importante sector de la clase dirigente transita y vive en un mundo paralelo que arroja como resultado una disociación entre los intereses de ese sector y los de la gente de a pie. Gran parte de la dirigencia política no le soluciona los problemas a la gente.
El proyecto político pensado por Rovira nació, no de la fusión o anexión del Partido Justicialista o de la Unión Cívica Radical al Frente Renovador de la Concordia, sino de la incorporación de los mejores hombres y mujeres del justicialismo y del radicalismo, que entendieron que llegaba un cambio de época y terminaba la era de los capangas.
Llaryora es consciente de que después del 10 de diciembre, cuando el país sea conducido por Javier Milei o Sergio Massa (considerando que la mayoría de las encuestas ubican a Patricia Bullrich fuera del ballotage), será el único salvavidas para los intendentes que fueron electos con el sello de Juntos por el Cambio.
El proceso de apertura a dirigentes más allá del peronismo comenzó en el momento que fue formalizada la hoy electa vice gobernadora Myrian Prunotto, proveniente de la UCR, y Javier Pretto, ex PRO, como vice intendente de la ciudad de Córdoba.
En ese esquema, Orlando Arduh, histórico jefe legislativo del radicalismo y Juntos por el Cambio, se ha transformado en un jugador clave, ya que es quien tiene la tarea de aportar intendentes radicales, vecinalistas y del PRO al proyecto provincialista con sello misionero pensado por Llaryora.
Cada vez que Arduh hace referencia del “partido cordobés” en proceso de gestación, habla de un proyecto con “esquema misionero”. El histórico operador no oculta su admiración por el proyecto político impulsado por Rovira y destaca su capacidad para reunir y contener bajo un mismo paraguas tanto a peronistas como a radicales sin que pierdan su identidad política.
La consolidación de los provincialismos
El histórico dirigente radical enrolado en las filas de Llaryora sostiene que luego del 10 de diciembre se acaban los partidos políticos y comienza la gestión. Arduh asumió el desafío de convencer a los nuevos intendentes que fueron elegidos bajo sello de JxC desembarquen en el proyecto que impulsa el gobernador cordobés electo. Dentro de sus máximas aspiraciones se encuentra la de integrar al espacio a Rodrigo De Loredo, el ex candidato a gobernador cambiemita derrotado por Llaryora.
Arduh ya dio inicio al operativo disparando fuertemente contra los radicales históricos. Sostiene que “son los responsables de la derrota porque le entregaron el partido a Luis Juez. Y Juez perdió departamentos mientras el radicalismo ganó legisladores”.
En el marco de la campaña nacional de Schiaretti presidente, Arduh sentó al actual gobernador cordobés con más de 50 intendentes radicales y de partidos vecinales, tanto electos como salientes en la denominada “Mesa Provincia-Municipios”.
Los resultados ya se empiezan a ver: Mario Sariago, intendente electo de Villa Parque, Síquiman del departamento de Punilla por Juntos por el Cambio, ya trabajan en la campaña de Schiaretti.
El autor es Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral.