Por Adrián Machado – Licenciado en Comunicación Social
La recuperación momentánea de los archipiélagos que forman parte de la plataforma continental argentina tuvo severas consecuencias económicas que se percibieron luego de la contienda bélica y, fundamentalmente, a partir del retorno democrático. Asimismo, al tener amputada una parte de su territorio, el país se priva de distintos tipos de recursos naturales.
La tiranía avizoraba su destino luego de la histórica marcha convocada por la CGT Brasil de Saúl Ubaldini el 30 de marzo de 1982: la licuación de poder estaba en marcha. La movida belicista estaba planteada tiempo antes, no fue consecuencia directa de aquella masiva movilización popular ocurrida a lo largo y ancho del país. Así, el 2 de abril de 1982 tropas argentinas recuperaban momentáneamente las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur por orden de la Junta Militar comandada por Leopoldo Fortunato Galtieri.
De la guerra participaron, por el lado argentino, más de 23 mil combatientes, según cifras oficiales del Ministerio de Defensa de la Nación. 10.600 pertenecían a la Armada, 10.300 al Ejército, 2.300 a la Fuerza Aérea, y unos 200 entre Gendarmería y Prefectura. Además, no se contabiliza a un grupo de ex soldados no reconocidos, cuestión que aumentaría la cifra oficial. Del total, murieron 649, cerca de la mitad con el hundimiento del crucero General Belgrano. Por otro lado, 255 británicos perdieron la vida en el enfrentamiento militar, al igual que 3 civiles isleños.
El drama de los combatientes se extendió luego de la rendición argentina: de manera extraoficial, Asociaciones de Veteranos calculan que entre 350 y 500 soldados se suicidaron cuando retornaron al continente.
El (poco) tiempo ganado por la dictadura, con vítores a Galtieri en Plaza de Mayo incluidos, la comunicación teñida de nacionalismo y desinformación, así como los argentinos que perdieron la vida en aquella contienda y fueron enterrados como NN, son parte importante de la historia, pero no serán materia de este artículo. Nos centraremos en el aspecto económico del entramado Malvinas.
Economía interna
El ministro de Economía de Galtieri fue Roberto Alemann, recomendado por Martínez de Hoz. El titular del Palacio de Hacienda centró su acción en la política antiinflacionaria, para ello reunificó el mercado cambiario, lo que derivó en una devaluación del tipo de cambio.
Los intentos de normalizar la situación fiscal con un ajuste ortodoxo por parte del ministro tuvieron un pequeño y pasajero éxito. “El objetivo de su política se centraba en el control de la indomable inflación por medio de una política monetaria activa. Además, se unificó el mercado cambiario y se intentó reducir el déficit de las cuentas públicas con un refuerzo de la presión tributaria, suba de las tarifas públicas y congelamiento de los salarios del sector público [luego se congelarían los salarios privados]”, recordó el historiador económico Mario Rapoport. Ese ajuste fue el que provocó las primeras movilizaciones en plena dictadura, como la mencionada del 30 de marzo, dos días antes del inicio de la guerra.
El historiador Roberto Cortés Conde señaló acerca del plan encarado por Alemann: “el fracaso de los ajustes de 1981 provocó una serie de devaluaciones para adelantarse a los precios cada vez mayores. Fue una carrera de incrementos inéditos en los tipos de cambios y los precios. La inflación fue del 104% en 1981, del 165% en 1982 y del 344% en 1983”.
En simultáneo, el PIB cayó 5,4% en 1981 y 3,2% en 1982, para recuperarse 4,1% en 1983. Además, tras el shock devaluatorio de 1981, el Estado asumió gran parte del endeudamiento externo, “reemplazándola con obligaciones en pesos que, al ser ajustadas por una tasa más baja que la inflación, terminó actuando como un subsidio para los deudores”, agrega Cortés Conde.
Cuando comenzó la guerra, la Comunidad Económica Europea aplicó sanciones contra Argentina, congelando los fondos nacionales y embargando los recursos de las importaciones de origen argentino. Alemann, por su parte, apuntó a cuidar las reservas controlando los pagos al exterior, pero no afectó los intereses británicos en el país. Asimismo, devaluó el peso 16,5%, puso trabas a las importaciones que no fueran indispensables e incrementó los impuestos sobre las naftas, los cigarrillos y las bebidas, profundizando la recesión.
Tras la derrota en la guerra de Malvinas, Reynaldo Bignone (nuevo presidente), designó como ministro de Economía a José María Dagnino Pastore y a Domingo Cavallo como presidente del Banco Central, quienes mantuvieron una fuerte confrontación en cuanto al rumbo de la política económica. Los productos agrícolas habían caído 16% en el mercado internacional, y se registraba un enorme drenaje de divisas de los países latinoamericanos. Entre 1982 y 1985 salieron de la Argentina, Brasil, México y Venezuela 63.800 millones de dólares, 18.600 millones más que los que habían ingresado, básicamente por préstamos, entre 1978 y 1981. En agosto de 1982 México se declaró en default y generó una corrida que se denominó a nivel mundial como “la crisis de la deuda”.
El nuevo gobierno constitucional de Raúl Alfonsín asumiría con pocas reservas, una pésima situación de la economía real y una deuda cercana a los 45.000 millones de dólares.
En suma, se calcula que el país gastó 900 millones de dólares en el conflicto con el Reino Unido. Pero el impacto en la población no se sintió en el momento. Las consecuencias aparecerían con la restricción externa, que se manifestó durante el gobierno radical.
“En definitiva, podríamos decir que la economía, a nivel local, no sufre las consecuencias de la guerra. El equipo económico sobrellevó la situación con un plan ortodoxo y alguna salida un poco más heterodoxa. De hecho, el principal impacto económico del conflicto fue externo, con una gran restricción de bienes y de capitales”, expresa el Doctor en Historia Martín Cuesta.
Por eso, los principales efectos negativos de la guerra, a nivel económico, se ven recién después del conflicto. Detalla Cuesta: “Tras la derrota y el pase a retiro de Galtieri, todos los indicadores económicos se disparan. Caen los depósitos como nunca antes, vuela el tipo de cambio, se produce una fuerte devaluación y los precios se desbocan. Todo esto se produce, no solo por la derrota bélica, sino también por la deslegitimación política de autoridad y un humor social que ya no era el mismo”.
“Por si fuera poco, el problema de la deuda externa seguía vigente”, sostiene y concluye: “Para tener idea de la magnitud del escenario, las exportaciones argentinas cayeron, en volumen, al 30% de lo que se exportaba. Lo cual derivaba en ausencia de dólares, por lo que también se complicaban las importaciones, al no tener esos dólares para efectuar las compras al exterior”.
Geografía y recursos marítimos
Otro aspecto relevante del conflicto territorial con el Reino Unido es, precisamente, la ausencia de una parte del territorio argentino.
César Lerena, especialista en Atlántico Sur y Pesca, describe que la ocupación y explotación del Reino Unido es de “1.639.900 km2 de los espacios marinos argentinos, que representan un porcentual equivalente del 52% de la Zona Económica Exclusiva Argentina; la extracción de 250.000 toneladas anuales de especies pesqueras argentinas del área de Malvinas, un equivalente a entre 650 y 1.000 millones de dólares por año y la explotación petrolera offshore”. Además, el experto agrega que lo realizado viola la Resolución 31/49 de las Naciones Unidas, que debería haber impedido al Reino Unido avanzar sobre los territorios ocupados.
Lerena propone como política de Estado hacer cumplir el nuevo límite exterior de la Plataforma Continental (PC) más allá de las 200 millas. “Son 1,7 millones km2 más de territorio (un 35% adicional a la superficie continental) para la explotación del lecho y el subsuelo, con recursos minerales, hidrocarburos y especies sedentarias, que se logró gracias a la presentación de Cancillería en 2009 ante la Comisión de Límites de la PC”, agrega.
“El nuevo límite fue reconocido por la ONU en 2016. Se trata de la reafirmación de la soberanía en las zonas submarinas adyacentes a su territorio más allá de las 200 millas y hasta donde la profundidad de las aguas permita la explotación de los recursos naturales. Argentina fijó el límite exterior de su PC de conformidad con la Convención ONU sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR): comprende el lecho y subsuelo de áreas submarinas que se extienden a lo largo de la prolongación natural del territorio hasta el borde exterior del margen continental, o bien hasta las 200 millas desde las líneas de base”, concluye Lerena.
Por ello, es necesario contar con una política activa que trascienda gobiernos y pugne por la recuperación de una parte importante del territorio argentino.