Por Nicolás Marchiori
Finalmente, Germán Kiczka y su hermano fueron detenidos tras permanecer casi una semana en la clandestinidad y ya se encuentran a disposición de la justicia. La firmeza y determinación de Misiones para encontrar rápidamente a los hermanos prófugos contrasta de manera muy nítida con lo que sucede en la provincia de Corrientes con el caso Loan. La causa del referente puertista deja una herida abierta en la sociedad misionera y cuya responsabilidad ineludible recae sobre la alianza de Juntos por el Cambio que impulsó la carrera política del diputado desaforado y le permitió acceder a una banca en la Cámara de Representantes.
El día 24 de enero del año 41 de nuestra era caía el Emperador Calígula, apuñalado por sus enemigos cuando se dirigía a desayunar después de una de sus típicas noches de excesos. Cuenta Suetonio en su obra “Vida de Calígula” que, al salir de sus aposentos, se detuvo a ver los ensayos de unos niños actores que había hecho traer del Asia menor para un festival de teatro en Roma. Cuando aprovecharon los conjurados para coserlo a puñaladas. Los capitaneaba Casio Querea, un militar de poca monta, aunque contaba con el apoyo de los équites y algunos miembros de la Guardia Pretoriana, así como de los miembros del Senado. Cuando la guardia personal del emperador escuchó los gritos, ya Calígula yacía en el suelo en un gran charco de sangre. Sin embargo, los conjurados no se detuvieron allí. Pese a que muchos fueron ejecutados, otros corrieron en busca de la esposa del emperador, Milonia Cesonia, para apuñalarla también, mientras que a su hija, Julia Drusila, le destrozaron el cráneo estrellándola contra un muro.
Esta no había sido la primera conspiración contra Calígula, lo cuentan Tácito en sus “Anales”, Flavio Josefo en “Antigüedades judías” y el mismo Suetonio en su biografía. Las fuentes describen al emperador como un joven demente, caprichoso y enfermo sexual, que mataba por diversión y que había llegado a tener relaciones incestuosas.
La indignidad que rodeaba a Calígula llevó a que el senado romano adopte una medida contra el emperador: la Damnatio Memoriae.
A saber, los romanos reverenciaban a sus ancestros, decoraban sus villas con episodios heroicos de los más eminentes y velaban porque los apellidos fueran legador de generación en generación, aunque hubiera que recurrir a hijos adoptivos para salvarlos. La memoria familiar era uno de los ejes de la vida romana, hasta el extremo de la condena al olvido se situaba en la cúspide de los castigos más crueles.
El nombre moderno de este castigo significa literalmente “condena a la memoria”. Es decir, condenado a no existir nunca. Se trataba de un castigo reservado para determinados personajes de la clase dirigente romana que, en el ejercicio de sus funciones y a lo largo de su vida, hubieran incurrido en graves atentados contra los principios rectores del orden social y las buenas costumbres, es por ello que los romanos borraban por completo cualquier forma de recuerdo por ser consideradas deshonrosas por el pueblo.
El proceso solía ir acompañado de la confiscación de los bienes del difunto, el destierro de su familia y la persecución y exterminio físico o moral de sus partidarios.
Hace más de 2.500 años, los griegos comenzaron a conformar su cultural social privilegiando principios que consideraban esenciales, entre ellos, sobresalían la ética y la estética. Dos conceptos del que, enriquecidos por los aportes romanos, judíos y cristianos, derivan los valores fundamentales y permanentes que constituyen la civilización occidental a la que pertenecemos.
La ética, según Aristóteles, es la parte de la filosofía que estudia la moral y los comportamientos del hombre, mientras que la estética, a decir de Hegel, es la ciencia de la belleza nacida del espíritu. La ética comprende las virtudes morales más importantes de los hombres: fortaleza, templanza, amistad, verdad, equidad y justicia, que se manifiestan en los comportamientos, ya que el deber de las virtudes es proponerse lo más noble como fin. En cambio, la estética, que tiene por objeto el vasto imperio de lo bello, se manifiesta por las maneras, el estilo y las formas de actuar. La vinculación entre ambas y su importancia en la política la destaca Schiller en su obra “La educación estética del hombre”, cuando afirma que el problema político precisa tomar ese camino porque a la libertad se llega por la belleza, tesis que profundiza Hegel en sus clases, que fueron recopiladas en el ensayo “De lo bello y sus formas”. Esas son las ideas que trajo de Europa Esteban Echeverría, líder de la generación del 37, cuando determinó que la estética posibilita a los hombres “un ejercicio saludable del espíritu que la habilita para sacudir todo yugo que pugne con los consejos de la razón”.
A la luz de los tiempos que vivimos, podemos afirmar que hace ya un tiempo un sector de la dirigencia comenzó a perder las virtudes éticas y al respecto cabe consignar: perdió la fortaleza para afrontar sus responsabilidades, sosteniendo que la culpa de los fracasos la tienen los demás; carecen de moderación en los comportamientos habituales; no son fueron ni son sinceros; olvidan la equidad y no valoran la justicia sustantiva, que se expresa la igualdad. La novedad es que ahora también han comenzado a violar la estética.
La falta de respeto a las maneras y al estilo, y las irregulares formas de comportamiento han irrumpido bruscamente en la realidad de nuestra sociedad y parece que tienden a agravarse, lo que es preocupante. Es tiempo de evitar la fractura del tejido social, solo así consolidaremos la democracia y aseguraremos un futuro mejor para todos.
Responsabilidad ineludible
El caso del diputado puertista Germán Kiczka copó el prime time de los principales canales de noticias y las portadas de los medios del país. Se transformó en un hecho que trascendió las fronteras de la provincia y conmocionó a toda la sociedad argentina. Nadie se explica como una persona las cualidades de Kiczka pudo llegar al cargo de legislador, cuando se supone que quienes ejercen tan importante cargo guardan una conducta recta y ajustada a los más altos estándares morales y éticos.
La responsabilidad política de los socios de la alianza de Juntos por el Cambio en este aberrante caso es total e inexcusable, nadie puede hacerse al distraído porque las conexiones que comienzan a trascender a medida que avanzan las investigaciones son cada vez peores.
El silencio incómodo los involucra y la sociedad misionera sabe que estaban todos juntos. Casi instintivamente han atinado a mirar para otro lado, a buscar despegarse a como dé lugar. Hoy nadie se quiere hacer cargo de Germán Kiczka, hasta los más íntimos, con un nivel de cinismo asqueroso y vomitivo, buscan instalar la idea de que lo conocen de la actividad política, desde hace muy poco, desde ayer nomás. Lo cierto es que Kiczka es hijo de la impunidad y de un poder que subestimó a la sociedad y que siempre desplegó esa arrolladora maquinaria que le permitía garantizar el ocultamiento de grandes aberraciones y ponerle un precio al silencio. El hartazgo y el rechazo social se volvió imparable y no para de crecer. La condena social se multiplica en cada rincón ya no sólo de nuestra provincia, sino del país. La gente quiere justicia, exige justicia. Nunca en la historia de nuestra provincia hubo el nivel de presión social que existe ante este caso que ha dañado hasta las fibras más profundas del tejido social.
Son varios los que sostienen que la llamativa ausencia de Pedro Puerta en la sesión del jueves pasado debe interpretarse como un reconocimiento táctico de tener responsabilidad. En este contexto, las redes sociales se asemejan a un volcán en erupción que no para de escupir lava. Esa lava, claro está, se traduce en altísimos niveles de rechazo hacia la figura tanto de Kiczka como del referente de Activar.
Desafortunadamente, la sociedad observa la doble moral, el engaño y la mentira, por parte de estos personajes que buscan, cada vez con menos éxito, instalar la idea de que se trata de una cuestión política, cuando en verdad la causa tiene su origen en una investigación internacional promovida desde los Estados Unidos y bajo el nombre de “Guardianes Digitales de la Niñez”. No hay autocrítica y sólo se observan intentos desesperados por despegarse de semejante aberración.
El paupérrimo espectáculo que brinda la alianza de Juntos por el Cambio en su conjunto luce diametralmente opuesto a lo que ha ocurrido en la Renovación cada vez que un funcionario se equivocó o incurrió en inconductas reprochables: sin titubear, se lo apartó inmediatamente del cargo.
La Renovación es la contracara de esta faceta negra que observamos actualmente en la provincia. Desde el gobierno, se está trabajando arduamente, y con la responsabilidad que requieren los nuevos desafíos que impone la sociedad, en la elaboración de una ley que permitirá la creación de un juzgado especializado en ciberdelitos, para que estos hechos que calan tan profundo en la ciudadanía puedan ser detectados desde acá, sin tener que esperar una investigación internacional.
La firmeza y determinación del gobierno misionero
El inevitable la comparación del caso del diputado puertista investigado por pedofilia con el del niño Loan Peña de Corrientes. Desde el primer momento, Misiones demostró firmeza y determinación en cada paso. Una vez giradas las actuaciones judiciales por parte del Juez Faría a la Cámara de Representantes, el bloque del Frente Renovador de la Concordia emitió un contundente comunicado en donde fijó su postura, dejando en claro que se ajustarían a cada uno de los pedidos del magistrado y que impulsarían el desafuero de Germán Kiczka. Pese a diferentes operaciones mediáticas de muy baja incidencia desde sectores opositores intentaron torcer esa decisión y hasta presionaron con un escrito de presentación de renuncia del diputado puertista, con el claro objetivo de procurar impunidad. El resultado final fue conocido por todos, aún quienes se mostraban críticos de la decisión del bloque Renovador terminaron votando a favor del desafuero de la mano derecha de Pedro Puerta.
Lo que sobrevino después fue bochornoso, el diputado investigado que días antes había declarado en el canal de la familia Puerta que estaba a disposición de la justicia y que quería que se aclare la situación lo antes posible se profugó. Kiczka fue encontrado casi una semana después en la ciudad correntina de Loreto.
Resultó determinante para dar con el paradero del fugitivo la recompensa de 5 millones de pesos anunciada días antes por el gobernador misionero Hugo Passalacqua. La persona que brindó los datos fundamentales para encontrar al diputado desaforado es una persona de muy bajos recursos que vio su cara en la televisión e inmediatamente se comunicó con las fuerzas de seguridad para brindar la información.
Ya traslado a Misiones, Kiczka compareció el pasado jueves el juez de la causa Dr. Miguel Angel Faría quien le exhibió el aberrante material de abuso sexual infantil hallado en su computadora y lo imputó.
Respecto al caso de Loan, se observa una realidad muy distinta. El niño correntino lleva más de dos meses desaparecido y la causa parecería estar cada vez más lejos de resolverse. A la luz de los hechos, se puede ver que el gobierno de Corrientes no actuó en su debido tiempo y el poder político enfrente graves acusaciones que van desde el ocultamiento de pruebas, aprietes, y todo tipo de artilugios tendientes a embarrar la investigación. El escándalo salpica hasta los más altos funcionarios cercanos al gobernador Valdés, lo que ha provocado un quiebre entre la política y la sociedad. Corrientes no estuvo a la altura y tiene una herida social gravísima, muy difícil de curar.
El autor es Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).