El modelo agroecológico de Misiones, basado en producción orgánica y sin químicos, despertó la reacción del lobby sojero y de multinacionales. La provincia enfrenta ataques judiciales y mediáticos que buscan frenar su éxito en el sector agrícola.
El desarrollo agroecológico de Misiones puso en alerta a los grandes intereses multinacionales, particularmente aquellos asociados a la industria sojera y a las multinacionales químicas. Estas corporaciones, entre las que destaca Monsanto, dominaron el reparto de tierras en Argentina durante más de un siglo, concentrando el control en un puñado de empresas y familias acaudaladas de la Pampa Húmeda. Ahora, el modelo misionero de agricultura sustentable y sin químicos surge como una alternativa exitosa que no solo rompe con esa lógica de concentración de tierras, sino que también amenaza los millonarios beneficios de estos actores del agronegocio.
El modelo misionero, basado en la producción orgánica y la eliminación de herbicidas químicos, busca transformar la cultura agrícola hacia prácticas más saludables y respetuosas con el ambiente. Miles de pequeñas chacras en Misiones están prosperando sin recurrir al uso de productos tóxicos, generando un modelo agroecológico que despierta interés en otras provincias argentinas. La innovación de Misiones no solo sostiene a sus productores locales, sino que también ofrece una alternativa viable y sustentable para un país en el que la agricultura extensiva fue históricamente sinónimo de monocultivo y dependencia de agrotóxicos.
Es comprensible que el éxito de este modelo alternativo despierte la preocupación en aquellos que se benefician del negocio de los químicos y la soja. Misiones está demostrando que la dependencia de estos productos no es inevitable, y que un enfoque orientado a pequeños productores y a la producción orgánica es posible y rentable. Esto representa una amenaza directa a un sistema de concentración de tierras y agroquímicos que durante décadas enriqueció a pocos mientras impactaba negativamente en la salud y el ambiente.
La respuesta del lobby sojero y las multinacionales químicas no se hizo esperar. Primero intentaron frenar el avance de Misiones a través de demandas judiciales, pero sus intentos fueron rechazados en Comodoro Py. Tras este revés, utilizaron una estrategia de ataques mediáticos, utilizando ciertos medios de comunicación para desacreditar el modelo misionero y su enfoque minifundista. La intención es clara: quieren presentar este modelo como ineficaz o insostenible, para frenar cualquier posibilidad de que otras provincias o países consideren replicarlo.
Estos ataques no solo son un intento de proteger sus intereses económicos, sino que también demuestran el poder y la influencia que estas empresas y lobbies tienen sobre las narrativas públicas. Lograron consolidar un sistema de producción que perpetúa la concentración de tierras y la dependencia de insumos que ellos mismos producen, un sistema que demostró ser perjudicial para la biodiversidad y la salud humana. La realidad es que los intereses de estas multinacionales no están alineados con el bienestar de la población, ni con el desarrollo equitativo de la agricultura en el país.
El modelo de Misiones es una prueba de que existen alternativas viables, de que es posible producir alimentos sanos, de calidad y de manera sustentable sin envenenar los suelos ni a las comunidades. La resistencia que despertó este modelo es, en última instancia, una confirmación de su potencial disruptivo. Cuestionar el dominio de las multinacionales y el lobby sojero en la agricultura es un paso necesario para construir un sistema agroalimentario más justo y saludable.
El desafío, entonces, no solo es defender el modelo de Misiones, sino también abrir el debate en torno al futuro de la agricultura en Argentina. La apuesta por modelos alternativos como el de Misiones, que priorizan a los pequeños productores y la sustentabilidad, es una oportunidad para repensar la relación entre producción y territorio. Es momento de que la sociedad y los tomadores de decisiones se cuestionen si queremos seguir en manos de un modelo que beneficia a unos pocos o si estamos dispuestos a construir un futuro donde la agricultura respete y cuide de todos.