Por Nicolás Marchiori
La influencia constante de la corporación de medios porteños sobre las actitudes y opiniones de la ciudadanía a través de la agenda-setting.
El científico social norteamericano Donald Lewis Shaw, sostiene que “como consecuencia de la acción de los periódicos, de la televisión y de los demás medios de información, el público es consciente o ignora, presta atención o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos específicos de los escenarios. La gente tiene a incluir o a excluir de sus propios conocimientos lo que los medios incluyen o de su propio contenido”. Esto es ni más ni menos el trasfondo de la agenda-setting.
De un estudio realizado en el año 1972 por el citado Shaw y Mc Combs, surge la “Teoría del establecimiento de la agenda” (o agenda-setting) que se refiere a como los medios de comunicación influyen en el público directa o indirectamente procurando la relevancia o el espacio informativo a temas o a cuestiones que los medios eligen.
Shaw remarca que las características de la agenda-setting incluyen:
- Que la gente sólo conoce lo que los medios masivos de comunicación les ofrecen, ignorando por completo cualquier otra noticia.
- Que conforme los medios masivos de comunicación den más importancia a una noticia u otra, así lo hará también el público receptor.
Por su parte, Mc Combs refiere a la influencia que los contenidos de los medios ejercen sobre las preocupaciones de los receptores, sobre los argumentos de debate, sobre la gestión de sus intereses, entre otras cosas. La elaboración de agendas está en la base de la sociología política y es especialmente intensa en las etapas electorales, en las que los partidos, a través de los medios, buscan mantener el interés y el pulso de la opinión en torno a los temas que son objeto de programa.
La agenda-setting genera un impacto contundente en la opinión pública ya que lo que no entra en la agenda de los medios francamente no existe. En este contexto, por más activa que sea la gente en la búsqueda de información, sus posibilidades se restringen a los datos que les proporcionan los medios masivos y, consecuentemente, difícilmente podrán reflexionar, discutir o analizar los temas omitidos sistemáticamente por las corporaciones mediáticas.
El Doctor en Comunicación e investigador del CONICET Luciano Elizalde, sostiene en la obra “La gestión del disenso”, de co-autoría con Mario Riorda, que el sistema de medios de comunicación se ha vuelto el “teatro de operaciones” del disenso y el “proveedor de los mecanismos” para el disenso violento o agresivo en el escenario público. Las situaciones de disenso, incluso aquellas en las que los jugadores usan la violencia física directa, son mediatizadas y sus resultados exhibidos y expandidos ante la opinión pública. Los medios de comunicación, y sobre todo los grandes medios concentrados de las corporaciones, funcionan como mecanismos de canalización y de realización de la violencia simbólica o de la agresividad social.
En este sentido, sostiene Elizalde, la cultura de masas necesita de motivos y activadores de interés, de mecanismos estresantes y las expresiones de violencia potencial o real son siempre gratificantes desde el punto de vista de las audiencias. Los propios jugadores del sistema político y de los sistemas subordinados (económico, social y cultural) utilizan la presión y la acción simbólica para afectar a sus rivales y adversarios.
En este contexto, el sistema de medios de comunicación gana al encender la atención de los espectadores, lectores y usuarios por medio de la exposición dramática del disenso violento; y algunos jugadores del sistema político y económico adquieren el acceso al escenario público para lograr presión psicológica sobre adversarios, enemigos, aliados y observadores.
*
El resentimiento social en la dinámica de “la grieta” como medio para ganar poder
A lo largo de los años, muchos han sido los especialistas, principalmente del campo de las ciencias sociales, que han ensayado una definición de “grieta” en términos políticos y sociológicos. Cuanto hablamos de “grieta”, nos referimos a un fenómeno social, cultural íntimamente relacionado con la política que se caracteriza por provocar una división binaria y maniquea en la estructura de nuestra sociedad en la cual se destacan tres elementos: la irracionalidad, la intolerancia y el fanatismo. El antecedente más lejano en la historia de nuestro país se encuentra en la división entre unitarios y federales que se produjo en los inicios como nación independiente y que incluso desencadenó en guerras civiles por más de 50 años.
Luciano Elizalde, explica que “es posible plantear la explicación de la ‘grieta’ con dos mecanismos diferentes, que actúan desde dos posiciones distintas de la realidad social. Por un lado, un modelo de vida, mítico o ideal, casi inalcanzable, pero que es verosímil. Este mecanismo es de tipo cultural o cognitivo cultural y se forma lenta y paulatinamente; se reformula y reproduce sobre la base de experiencias históricas, previas, cercanas y lejanas. Por otro, la “grieta” es el resultado de la acción constante de gobiernos, referentes ideológicos, grupos de seguidores, fanáticos y militantes, que quieren o necesitan producir una ruptura, una escisión en la ciudadanía que debe elegir algo.
La consecuencia de la grieta es que no permite la comprensión entre las personas, ni escuchar al otro, ni mejorar la empatía que necesita el diálogo. Elizalde sostiene que “la clase dirigente es el grupo responsable de trabajar para cerrar o para aumentar las diferencias, tanto epidérmicas como profundas, que experimenta una sociedad. Quienes componen esta clase deberían tener una mirada por encima de lo cotidiano y de lo necesariamente inmediato”.
En su obra “La época de las pasiones tristes”, el sociólogo francés François Dubet analiza en uno de sus capítulos el resentimiento en Internet, sosteniendo que “la posibilidad brindada a todos de expresarse en Internet puede considerarse como un progreso democrático: reduce la distancia entre quienes hablan y quienes callan, entre las palabras autorizadas y las palabras prohibidas. Cualquier puede reaccionar, compartir su opinión, dar testimonio de su experiencia personal”.
A decir de Dubet, la capacidad de expresar públicamente las propias emociones y opiniones hace de cada uno de nosotros un militante de su propia causa, un cuasi movimiento social de uno solo, porque ya no es necesario asociarse a otros y organizarse para acceder al espacio público. A menudo, las pasiones tristes (frustración, resentimiento, ira) invaden esta expresión directa cuando no hay mediaciones ni filtros que aplaquen las reacciones de los internautas. Por ello, ante cada suceso de la crónica diaria, cada declaración política, cada experiencia desagradable en el transporte público, cada partido de fútbol, cualquiera puede dejarse arrebatar por la ira, el racismo, la denuncia, los rumores, las teorías conspirativas. La ira y el resentimiento, hasta aquí encarrados en el espacio íntimo, acceden a la esfera pública.
Esas denuncias a las que hace referencia el sociólogo francés funcionan como desahogo, una movilización puntual, inmediata y singular, que los mecanismos tradicionales de acción colectiva y de la toma de la palabra pública no canalizan ni enmarcan.
Ni el odio, ni las indignaciones, ni los rumores son nuevos. Pero la televisión e Internet les dan un eco considerable. En especial, esta nueva economía de la palabra adecuada para la individualización de las experiencias de las desigualdades: la prolonga directamente y sin mediación.
En otro tramo de su libro, Dubet sostiene que no conviene condenar la indignación como tal, sino interrogarse sobre sus relaciones con la acción. Toda cuestión radica en saber si las indignaciones se transforman en programas de acción, programas políticos, estrategias capaces de actuar sobre los problemas que han suscitado indignación. En caso contrario, no llega a ninguna parte; se convierte en una ira sin objeto, a veces en una postura, una energía que se agota sin influir sobre las causas que llevaron a indignarse.
Sin programa político, la indignación corre el riesgo de soldar la alianza del neoliberalismo y la democracia radical sobre las ruinas de los partidos políticos y los sindicatos. No queda más que un cara a cara entre una tecnocracia liberal apuntalada en la gestión de las coacciones y la ética de la responsabilidad, y las iras indignadas que se niegan a comprometerse y serenarse en la construcción de las alternativas políticas.
Incentivado por la influencia de los medios de comunicación, se produce el fenómeno que Dubet denomina rutinización de la indignación, en donde la política es la única manera de transformar la indignación en fuerza social.
*
Catalizador del cambio de visión centralista del poder
La provincia de Misiones no fue ajena a la reprobación de la gente en las urnas al rumbo del país con el gobierno de Alberto Fernández. Más del 80% del electorado que fue a votar optó por fuerzas distintas al kirchnerismo.
En Misiones, el protagonismo de la contienda electoral se centró entre la alianza de Juntos por el Cambio directamente asociado a la oposición al Gobierno Nacional y con una agenda genérica en todo el país y el Frente Renovador de la Concordia, que desde la gestión cotidiana levanta las banderas de la defensa del provincialismo y la reivindicación del federalismo olvidado por el centralismo porteño.
En una carta publicada en los medios locales, el conductor del Frente Renovador Ing. Carlos Rovira, manifestó su deseo de que los resultados se traduzcan en soluciones para los misioneros, y resaltando que “desde la Renovación vamos a seguir dando batalla, día a día, cara a cara con la gente, por construir una provincia más justa, igualitaria y lograr el reconocimiento por parte de la Nación de las deudas históricas que el país central tiene con los misioneros”.
En este contexto, en donde la pobreza, la inflación desenfrenada y desmanejo de la pandemia marcan el pulso del estado de ánimo social, ya con los resultados electorales a la luz y con la reconfiguración del mapa político, adquiere particular atención la irrupción del “Bloque Neorevisionista” que fuera anunciado en conferencia de prensa por Rovira.
Este espacio federal con fuerte impronta en el rescate de lo olvidado por los gobiernos con visión centralista que se vienen sucediendo en la Nación emerge como un verdadero catalizador del cambio de visión y modelo de país. Un país que integre a las provincias a un desarrollo más integral y equitativo, contemplando a todas las regiones sin distinción.
Como lo había dejado en claro el Conductor de la Renovación en la conferencia de prensa realizada en el SUM de la Municipalidad de la Ciudad de Posadas, más allá del resultado electoral, la sociedad misionera iba a encontrar al otro día a cada uno de los funcionarios del gobierno trabajando, como lo viene haciendo siempre, para llevar soluciones a cada uno de los habitantes de la provincia. En horas de la mañana del día lunes 15 de noviembre, el Gobernador Herrera Ahuad realizó una transmisión en vivo desde su cuenta en la red social Instagram en plena visita a las obras sobre la ruta 105 y aprovechó la ocasión para felicitar a los ganadores y convocar a los diputados electos, tanto Fernández como los opositores Arjol y Klipauka, para empezar a trabajar en conjuntos sobre las necesidades de todos los misioneros.
Los diputados electos de Juntos por el Cambio se negaron a concurrir a la convocatoria realizada por Herrera en un gesto que deja mucho que desear, toda vez que la intención de la misma era empezar a trazar una agenda conjunta para trabajar en los intereses comunes de los misioneros desde el Congreso de la Nación.
De esta forma queda en claro que los movimientos de los legisladores macristas responderán al mandato partidario impartido desde Buenos Aires en desmedro de la defensa de los intereses de los misioneros desde una agenda conjunta con los demás diputados nacionales de la provincia.
El autor es Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Posgrado de Especialización en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político – CAEP (Colombia).