Por Karen Fiege
Hoy cumple una década de existencia Sudán del Sur, el país más joven del mundo. Uno de los más empobrecidos y olvidados, con un pasado complejo y un porvenir difícil; sufre una incuestionable crisis humanitaria.
Sudán siempre estuvo muy ligado a Egipto, en la Antigüedad este último impuso su dominio sobre Nubia, un poblado alejado de una etnia que hoy vive del turismo internacional pero por creencias religiosas no dejan fotografiarse. Y como dato de color, agrego que el país con más pirámides del mundo, no es Egipto: es Sudán (más de 200).
Podemos decir que Sudán supo tener su propia identidad más allá de Egipto. Tuvo su idioma (meroítico), panteón religioso, etc. En realidad, bilad al-Sudan es una forma genérica para referir al “país de los negros”, en árabe. Los franceses llamaron a Malí el “Sudán francés”, lejos de las dos Repúblicas actuales.
Para entender la historia de Sudán del Sur hay que estudiar la de Sudán, del cual, tras un referéndum en enero de 2011, se independizó hace 10 años. Las relaciones entre la parte norte de Sudán y el sur siempre fueron malas: dos guerras civiles largas (1955-1972 y 1983-2005).
Ambos conflictos se explican, a grandes rasgos, por la discriminación hacia el sur de las élites islámicas y árabes del norte, de Jartum, sobre poblaciones no musulmanas y no árabes, además de la convivencia étnica. En la segunda guerra murió mucha más gente, más de 1,5 millones.
La diversidad étnica de los dos Sudán es cautivante. Hay cientos de grupos, así que es difícil explicar con un simple norte/sur. Incluso lo diverso se da al interior de las etnias.
En 1989 asumió el poder Omar al-Bashir, un militar islamista que reforzó la represión y se mantuvo en el poder hasta 2019 tras una revuelta, trató al sur mucho peor que gobiernos anteriores.
Bashir impuso una deriva autoritaria y aumentó la “islamización“, lo que perjudicó sobre todo a las poblaciones cristianas y con religiones tradicionales del sur. Un punto álgido de la violencia fue la masacre de Bor: más de 2.000 personas asesinadas en un solo día de noviembre del 91.
Sin embargo, el autócrata alegó que la violencia de Bor era por conflictos internos, la división étnica nuer/dinka, sin responsabilizar al gobierno central por su accionar allí. En general, aplicó ese enfoque ante todo acto violento sucedido en el sur.
En 2003, Bashir comenzó a reprimir la resistencia de pueblos en Darfur con apoyo de milicias árabes llamadas “yanyaweed”. El primer genocidio del siglo XXI. Con varias acusaciones, el presidente sudanés devino en un criminal de guerra requerido por la justicia internacional.
Pese a ello, la guerra civil seguía. Un acuerdo firmado en enero del 2005 previó un gobierno de unidad nacional, con John Garang, referente de la oposición armada en el sur, como vicepresidente. Meses más tarde murió en un supuesto accidente aéreo. La noticia causó conmoción y varias protestas.
La principal figura que heredó el mando en la agrupación armada liderada por Garang (SPLM/A, sigla en inglés del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán) fue Salva Kiir, presidente de la futura República surgida en julio de 2011.
El acuerdo de 2005 preveía el final del gobierno de transición en julio de 2011 y la realización de un referéndum por la autodeterminación del sur de Sudán. Por las dudas, el 8 de julio de 2011 el Consejo de Seguridad ONU aprobó la misión de asistencia allí (UNMISS).
Es fácil pensar en las razones de por qué Sudán del Sur se encuentra entre los cinco países más pobres del mundo: sufrió dos guerras civiles que dejaron la región devastada y años de opresión del actual Sudán.
Hay más de 2 millones de personas refugiadas en países vecinos y 7 de 11 millones de sus habitantes en riesgo de hambruna extrema. El saldo de una guerra reciente que en 2016 colocó al país como la peor crisis de refugiados africana. Y datos más terribles revelan que el 10% de infantes no llega a los 5 años de vida.
El acuerdo firmado en 2005 dejó algunos temas faltos de resolución: zonas sin aceptar términos de paz y la disputa vigente entre los dos Sudán por el área de Abyei. El problema es el petróleo. Con la independencia sureña el norte perdió los principales campos petrolíferos.
Luego de intentos truncos de reconciliación entre Kiir y Machar, en septiembre de 2018 tuvo lugar un acuerdo que en febrero de 2020 se saldó con la conformación del gobierno de unidad nacional. Machar volvió a la vicepresidencia. De todas formas, más allá de las deudas estructurales, les urge una Constitución definitiva para la organización de un país que recién cumple una década de existencia.
La autora es Diputada Provincial Electa, Subsecretaria de Cambio Climático, Periodista y Abogada.