Por Karen Fiege
Joseph Aoun, líder del Ejército, asumirá la presidencia con el reto de estabilizar un país en crisis y avanzar en las reformas estructurales necesarias.
Tras más de dos años sin un Jefe de Estado, Líbano ha designado finalmente a Joseph Aoun como Presidente. Su elección por parte del Parlamento representa un intento de restaurar la gobernabilidad de un país atrapado en una de las peores crisis económicas de su historia. Con una moneda devastada y un sector financiero colapsado, el Líbano enfrenta niveles alarmantes de pobreza y una emigración masiva de jóvenes profesionales.
La designación de Aoun llega en un contexto político extremadamente polarizado, con las distintas facciones buscando equilibrar el poder entre los sectores cristiano, musulmán sunita y musulmán chiita, siguiendo el pacto nacional que define el sistema político libanés. Aoun, visto como una figura neutral dentro del panorama militar, tendrá la tarea de mediar entre intereses diversos mientras intenta implementar reformas exigidas por la comunidad internacional para acceder a ayuda financiera.
Su llegada al poder genera tanto expectativas como escepticismo, pero marca un punto de partida para intentar reconstruir un Líbano golpeado por la crisis y la desconfianza institucional.
Joseph Aoun tiene 60 años y nació en Sil El Fil, un suburbio al este de Beirut. Está casado con Nehmat Nehmeh y es padre de dos hijos, Khalil y Nour. Habla con fluidez árabe, francés, inglés y español.
A diferencia de lo que se piensa, el nuevo presidente no tiene parentesco con el ex presidente del Líbano Michael Aoun, siendo este un apellido muy popular.
La inmigración libanesa en Argentina
En este contexto, la comunidad libanesa en Argentina sigue mirando con atención y esperanza los acontecimientos en su país de origen. Con más de un millón de descendientes, esta colectividad ha jugado un papel clave en la construcción de la sociedad argentina, destacándose en sectores como el comercio, la política y la cultura. Desde finales del siglo XIX, Argentina ha sido un refugio para muchos libaneses que buscaban nuevas oportunidades. Hoy, esta diáspora mantiene un fuerte vínculo cultural y emocional con Líbano, acompañando cada cambio político con la expectativa de un futuro más próspero y estable para su tierra natal.