Por Karen Fiege
Hoy, segundo sábado del mes de marzo, por ley del parlamento del Líbano en el año 2000, se celebra el día mundial del emigrado libanés.
Líbano tiene alrededor de 20 millones de sus hijos esparcidos por todo el mundo, de ellos más de 10 millones son libaneses que empujan el crecimiento social y económico de América Latina. Como toda corriente inmigratoria, demandó sacrificios y mucho esfuerzo. Sin embargo, el espíritu emprendedor y de trabajo de los libaneses que arribaron al continente sobre finales del siglo XIX y comienzos del XX los integró rápidamente a las sociedades que iban forjándose poco a poco.
Con el Imperio Otomano todavía en marcha, debían hacer un nuevo camino, lejos del hogar, y al igual que todos los árabes les cabió el gentilicio “turco“, ya que sus pasaportes los emitía el Imperio. Los primeros puertos donde amarraban los barcos que venían por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico eran los de Santos y Río de Janeiro, en Brasil, y Buenos Aires, en la Argentina. Pero también en México, Venezuela y Colombia.
Entre las claves de la adaptación podemos concluir que dos fueron fundamentales: una intensa vocación por el trabajo y una religión -la cristiana maronita y ortodoxa-, que comparte la mayoría de sus enseñanzas con la católica. Y también su facilidad para adaptarse a todos los climas, desde la selva amazónica en Venezuela y Brasil, hasta el frío austral de Tierra del Fuego, recordemos que pese a su pequeño territorio (aproximadamente la mitad de la provincia de Tucumán, la más pequeña de Argentina) Líbano tiene nieve en el norte y playa en el sur.
El libanés que por distintos motivos tuvo que dejar al país de los cedros, salió de allí con dolor en el corazón, lágrimas en los ojos, los bolsillos vacíos y las valijas solo llenas de sueños y como no podía llevar al Líbano con él, le dejó su corazón a su tierra.
Este es mi sencillo y sentido homenaje a todos los libaneses que con orgullo llevaron al Líbano a cada rincón del planeta, así como en el pasado los libaneses transmitieron el abecedario, la navegación y el comercio alrededor del mundo, en la era moderna, los libaneses llevaron igualmente las costumbres, la comida, la música y las tradiciones a cada lugar donde estén.
Mi respeto y admiración a todos ellos y muy especialmente a mi bisabuela Dalmira Dahlu, que dejó su Hasroun natal para instalarse en estas tierras.
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“Quien no tenga un amigo libanés, que se lo busque” (Adolfo López Mateos)
La autora es Subsecretaria de Cambio Climático, Periodista y Abogada.