Por Fernando Oz
Después de todo, Javier Milei no es tan importante. Es apenas un acto reflejo de una sociedad saturada por múltiples motivos, una reacción que tendrá su costo, deudas que pagaremos, como todo, como siempre. Tal vez, hasta sea un tropezón – ¿necesario? – en el marco de una serie procesos y sucesos camino hacia una nueva era. El futuro real está en otro lado. Un puñado de ese futuro se congregó por estos días en la ciudad de Posadas, en el predio del Parque del Conocimiento. El evento, que terminó con una fiesta, se llamó Makerland 2023.
Se trata de un jugoso ecosistema en pleno crecimiento que avanza con transformaciones sociales y económicas con una celeridad jamás vista: Es la revolución digital, la transformación digital, la economía del conocimiento, la cultura Maker, los herederos de los que se empoderaron del slogan de Nike “Just do it”, armaron el movimiento Do It Yourself (hazlo tú mismo) y se hicieron millonarios en los garajes de Silicon Valley. Aprenden y construyen en espacios asociativos donde el intercambio de conocimiento acelera la creatividad con las nuevas tecnologías como caja de herramientas. Un territorio que me resulta tan inexplorado como maravilloso, una sala de juegos donde prima la curiosidad, el pensamiento crítico, el análisis y la reflexión, además del trabajo en equipo. Los intelectuales de todo el mundo comienzan cada vez a prestar mayor atención a esos campamentos de la nueva era, hacia allí miran cuando se preguntan sobre los efectos de la Inteligencia Artificial (IA), la tecno-democracia, el cambio climático y los nuevos desafíos de la humanidad. Antes de salir hacia esas nuevas geografías, recomiendo sumar al equipaje tres obras muy interesantes, tres ventanas por las que hay que mirar. Uno de los títulos es La era del capitalismo de vigilancia, la lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del Poder.
El segundo se llama El imperio de los algoritmos, IA inclusiva, ética y al servicio de la humanidad, y el último es La inteligencia Artificial o el desafío del Siglo. Anatomía de un antihumanismo radical. El primero tiene casi 700 páginas antes de llegar a los agradecimientos y unas 200 más de notas de citas. Su autora es Shoshana Zuboff, una catedrática de la universidad de Harvard que a fines de la década de los ’80 anticipó lo que provocarían las máquinas inteligentes y a finales del siglo XX le sacó la ficha al auge del capitalismo digital y los servicios creados a la medida del consumidor. Su nuevo libro lo publicó en noviembre de 2021 y pone el eje en los “mercados de futuros conductuales” y el rol de una incierta “colmena” que pone en riesgo hasta la democracia. Su lucidez interpela de manera directa: “Lo que está en juego aquí es la expectativa humana de soberanía sobre nuestra propia vida y de autoría de nuestra propia experiencia”.
Lo que está en juego es la experiencia interior a partir de la que formamos nuestra voluntad de querer, y los espacios públicos que inciden en esa voluntad. Lo que está en juego es el principio dominante del ordenamiento social en una civilización informacional, y nuestros derechos como individuaos y sociedades para dar respuestas a las preguntas de quién sabe, quién decide y quién decide quién decide”. Así y todo, hay optimismo: “Estamos al principio de esta historia, no en su final”. Casi una estocada a Fráncis Fukuyama. El imperio de los algoritmos… es de la argentina Cecilia Danesi, es abogada egresada en la UBA con dos o tres especializaciones en España y Francia. Es un libro rápido, una interesante radiografía sobre la injerencia del derecho en la Inteligencia Artificial (IA), la economía del conocimiento y las posibles respuestas desde la ética humana.
La investigadora coloca a “la influencia algorítmica como uno de los peligros invisibles y encubiertos de la IA”, destaca el “terreno” ganado por la neuroimaging, sube al escenario al Derecho Internacional Humanitario y hasta se mete con la robótica y la conciencia artificial. El tercer libro es tan difícil como alucinante. La Inteligencia Artificial o el desafío del Siglo se editó por primera vez en París en 2018, su autor es el francés Éric Sadin, un filósofo que desde hace unos veinte años viene investigando las relaciones entre la tecnología y la sociedad desde la mirada del antiguo humanismo filosófico. “De ahora en más, las tecnologías digitales dictan nuestras existencias y dan ritmo a la época.
Este frenesí se encuentra apoyado, casi normalizado, en las nociones de ‘tecnologías de ruptura’ y de ‘distribución’, conforme a la neolengua iconoclasta de ‘la innovación’ contemporánea”, escribe Sadin. Puede ser cínico y mordaz contra las start-up “que reproducen el modelo dominante” pero no escapa a los proyectos que busquen “experimentar nuevos modos de organizarse y producir”. Arremete contra la “economía circular”, la “economía solidaria” o la llamada “economía del bien común”, un ácido que observa con atención las impresoras 3D y el “modelo alternativo” basado en “la farsa” del “espíritu colaborativo”. Y, mientras discute sobre el asistencialismo personalizado, la experiencia de la humanidad aumentada, la silicolonización del mundo, el concepto de inteligencia artificial, y hasta la relación de los idearios libertarios con las tecnologías, se da el tupé de citar a Virgilio, a Victor Hugo y hasta al León Tolstoi de La guerra y la paz. No me extraña. Como tampoco me extraña que Zuboff, socióloga y especialista es psicología social, haya titulado Hogar o exilio en el futuro digital al primer capítulo de su bestseller internacional, catalogado por The Guardian como uno de los cien mejores libros del siglo XXI. Y como un guiño a la aventura del conocimiento, la autora estadounidense arranca con un párrafo de Odisea: “Vertiendo de los ojos le vi copiosísimo llanto en la isla y palacio que habita la ninfa Calipso; por fuerza le retiene ella allí sin que pueda ver su patria”.
Es que también Homero se encuentra en las raíces de la cultura Maker y de todo lo que vemos a su alrededor. Nuestra vieja cultura de innovación permanente tiene más de tres mil años. Vivimos en una época frenética, de mucha aceleración, en la que todo cambia continuamente y sin que podamos controlar lo que pasa a nuestro alrededor. Buscamos espacios, santuarios, trincheras, para tomar aliento y volvemos a la carrera sin tener mucha noción de hacia dónde queremos llegar ni qué queremos hacer. Entender el pasado, comprender cómo fue que llegamos hasta aquí, nos sirve de orientación, como las estrellas que guiaron a las diferentes civilizaciones por tierra y mar.